La historia de la región de la Baja Silesia (Dolnoslaskie) ha sido turbulenta: tierras que pertenecieron durante siglos a checos, polacos, habsburgos y alemanes. Como pueden imaginar, motivo de eterna disputa fue lugar de innumerables batallas. Muestra de este laberinto cultural es el escudo de su capital, Wroclaw, donde encontraremos al águila silesiano, el león checo, a Juan Bautista y al Evangelista. Wroclaw nos va a sorprender por su belleza retro, sin duda alguna.
La gran historia de esta preciosa región se refleja a la perfección en los monasterios cistercienses de Lubiaz, Trzebnica y Krzeszów o en las iglesias protestantes de la Paz en Swidnica y Jawor, ambas declaradas Patrimonio de la Humanidad. La parte sur de la región, frontera con la República Checa y Alemania, cuenta con parajes de ensueño en las montes Sudetes, varias localidades para realizar turismo termal como Duszniki Zdrój y Polanica Zdrój. Son también un lugar donde practicar deportes de invierno o pasear y admirar las mágicas formaciones rocosas de Góry Stolowe.
Merece la pena visitar algunos castillos en la región: el de Ksiaz es una antigua fortaleza y en el Castillo Czocha, que es también un hotel, se organizan campamentos de Harry Potter. Tampoco hay que descartar pasar por localidades pequeñas como Lwówek Slaski donde se puede visitar la fábrica de cerveza del s. XIII o en verano asistir a Lato agatowe, es decir una feria de la piedra semipreciosa ágata que literalmente nace en los campos de alrededor de la ciudad.
También en verano la ciudad de Jawor alberga El Festival Internacional de Pan donde se pueden probar panes regionales y de muchos países europeos. La variedad cultural se vislumbra a través de numerosos festivales y espectáculos que reconstruyen hechos históricos en el entorno de bien cuidados cascos antiguos de Jelenia Góra, Klodzko o Swidnica. Nuestro viaje se encamina al corazón de la región, para conocer Wroclaw.
Wroclaw parece una pequeña Venecia ya que la capital de la región de la Baja Silesia está asentada sobre 12 islas unidas entre sí por 112 puentes. Es la mayor ciudad suroccidental de Polonia y punto de partida de numerosas rutas hacia los montes Sudetes. Con una atractiva localización, apenas a 180 km de Praga y 150 de Dresden, su estratégica posición la hizo ser deseada por todos y ha pertenecido a polacos, checos, austriacos, húngaros y alemanes. Bañada por el río Odra, es una ciudad de puentes y jardines.
Los orígenes de Wroclaw se remontan a los orígines de la historia en Europa y los primeros habitantes conocidos era la tribu eslava de los slezanie, que habitaban las pequeñas islas del Óder. En 990 Mieszko I, príncipe de los polanos, conquistaba la ciudad. Para entonces ya era un cruce de caminos entre las rutas comerciales que unían Asia con Europa occidental, y las que llevaban el ámbar del mar Báltico hacia el Mediterráneo.
Su nombre se debe a un príncipe de Bohemia anterior a Mieszko, cuyo nombre era Wrotislaw. Es destacable que esta ciudad ha sido llamada de mas de cincuenta maneras distintas, desde Vratislava, hasta Wroclaw, pasando por Vratislav, Bresslav, Breslav o Breslau, y casi la misma variedad que en toponimia se encuentra en la impronta artística y arquitectónica de la ciudad.
Testimonios de su rico pasado son el Ayuntamiento de estilo gótico y las antiguas casas burguesas, también de estilo gótico y renacentista. Como en otras ciudades polacas, su corazón es la Plaza del Mercado, grande y bulliciosa, que con el inicio del curso universitario se llena de los casi 100.000 estudiantes que han elegido esta ciudad para realizar su carrera.
Por esta tradición universitaria merece la pena visitar la Universidad y, sobre todo, su Aula Leopoldina. Vale la pena contemplar también el cuadro circular «Panorama de la batalla de Raclawice». Actualmente la ciudad es un activo centro cultural y en ella tienen lugar diversos festivales musicales y teatrales, de los cuales la mayor fama tiene el festival Vratislavia Cantans, que se celebra anualmente a mediados de septiembre.
Wroclaw tiene también un lugar mágico llamado Ostrów Tumski; es la parte más antigua de la ciudad donde se encuentra la catedral y numerosas iglesias de interés artístico. Merece la pena disfrutar del ambiente de la ciudad visitándola en un tranvía de estilo retro.
Como era de esperar, la cocina polaca toma influencias de la gastronomía eslava, alemana, turca, húngara, judía o francesa. Platos contundentes y de sabores fuertes donde predominan platos a base de verduras y productos de la tierra como coles, rábanos o zanahorias… fuentes de calorías que permiten aguantar el invierno. Se consume pescado fresco en la costa y en los lagos y en otoño se suele comer carne de caza y setas. Los desayunos son abundantes y consisten en pan, salchichas, huevos revueltos, café o té. El almuerzo consiste generalmente en tres platos: sopa, un plato de pescado o carne y postre. El té y la cerveza consumida son las bebidas nacionales. Para finalizar, es curioso conocer el «secreto de los habitantes de Wroclaw»: se cree en la existencia de enanitos que los lugareños creen que les están acompañando siempre ayudando a resolver los problemas.
Para los viajeros ocasionales, la ciudad ofrece la llamada tarjeta turística que permite utilizar el transporte público gratuitamente, entradas gratuitas o con descuentos a diferentes museos, cafeterías, galerías de arte, etc.
Nuestro agradecimiento a la Organización Turistica de Polonia