Madrid, la capital de España, guarda muchos secretos
Madrid, la pequeña villa árabe que se convirtió en tiempos de Felipe IV en la capital del imperio español, es una de las ciudades más visitadas del mundo. Madrid es un destino único que brinda a sus visitantes experiencias y propuestas singulares. En este reportaje les contamos tres secretos de esta preciosa ciudad que quizá desconozcan.
La muralla de Madrid
Parece mentira que Madrid un día fuera una simple fortaleza en territorio fronterizo. Los visitantes pueden atestiguarlo en lo que hoy es el Parque del emir Mohamed I, quien ordenó construir una muralla en estas tierras en el siglo IX.
Este tramo de muralla, enmarcada en unos jardines, se sitúa frente a la cripta de la catedral de Madrid y a unos pasos del Palacio Real, se conserva. Otro de sus tramos se encuentra bajo tierra, expuesta en el parking de la Plaza de Oriente se encuentran los restos de la Torre de los Huesos, una de las atalayas árabes próxima a la Puerta de Valdanú, junto a la calle del Factor.
El perímetro de la muralla árabe delimitaba una zona relativamente pequeña, protegiendo el Alcázar, donde hoy está el Palacio Real y su entorno.
Con la Reconquista y la ampliación del asentamiento madrileño la ciudad se expande y con ella sus murallas. Del trazado erigido en época de Alfonso VII, en el siglo XII, se conserva escondido un pedazo de lienzo en un solar abandonado en la calle del Almendro. Solo aquellos que conocen su existencia pueden llegar a vislumbrar las piedras de estos muros entre que se confunden con materiales más modernos.
En la calle de Mancebos, antes de salir a la plaza de Los Carros y frente a uno de los laterales de la iglesia de San Andrés se encuentran en buen estado de conservación varios metros de lienzo de la muralla que se abría en la cercana Puerta de Moros entre la calle del Almendro y la Cava Baja.
De la cerca del Arrabal, del siglo XV y de ampliación de la muralla de Felipe II no quedan evidencias a la vista del público. Sí las hay de la muralla de Felipe IV en la Puerta de Toledo anejo al edificio que aloja a los bomberos. Una pequeña placa así lo explica aunque pasa desapercibida para la mayoría de los transeúntes.
Camino de Santiago conquense
Una ruta jacobina menos conocida que las del norte de la península es la que recorre parte de la provincia de Cuenca y el sureste de la Comunidad de Madrid hasta llegar a la capital, en concreto a la Iglesia de Santiago, sita en la calle del mismo nombre.
El itinerario parte del Monasterio de Uclés (Cuenca), llamado «El Escorial manchego» y recorre parte de la vega del Tajuña.
Se trata de una antigua ruta de cuyo trazado queda constancia escrita. Recientemente, un aficionado al Camino de Santiago investigó y fue señalizando el Camino desde Uclés hasta Madrid con indicadores en los que aparece la distintiva Cruz de Santiago.
La meta de este camino es la iglesia neoclásica de Santiago. Este templo, erigido por orden de José Bonaparte, se construyó tras derribar las ruinas de dos las iglesias más antiguas de Madrid, San Juan Bautista y Santiago. El trazado de una de ellas está dibujado en la Plaza de Ramales. Probablemente en la Iglesia de San Juan fue enterrado en 1660 el pintor Diego Velázquez. Lamentablemente, no sabemos dónde están sus restos, perdidos con el derribo de la iglesia.
En la Iglesia de Santiago el viajero puede sellar el documento que le acredita como peregrino, la llamada «Compostelana».
Para recibirla debe haber recorrido varios kilómetros del Camino. Su número varía dependiendo de cómo lo haya realizado: a pie, en bici o a caballo.
El ángel caído
A pocos metros de la Iglesia de Santiago, aunque pasa desapercibido para los viandantes, se encuentra la misteriosa figura de lo que parece un ángel cayendo. Esta escultura, que muchos confunden con el Ángel Caído, corona uno de los edificios entre la calle Mayor y la calle de los Milaneses.
En lo alto del edificio un joven alado se precipita hacia el suelo. Es la obra Accidente de avión. No se trata de la representación de Lucifer sino de Ícaro, el personaje mitológico que queriendo llegar al sol cayó vacío al derretirse sus alas de cera.