Apenas uno baja del coche cuando los laúdes y las arpas parecen flotar en el aire en un espontáneo recital de bienvenida. Tarazona no necesita recreaciones. Sus decorados son reales. Los mismos que vivieron el asedio de Alfonso El Batallador y la ocupación de Pedro El Cruel. Los mismos que fueron testigos de la boda de Alfonso VIII rey de Castilla con la hija de Enrique II de Inglaterra. Guerra y amor, amor y guerra. Igual que inspiraban los poemas y leyendas medievales, también inspiran una nueva ruta que llevará al viajero a pasear bajo casas colgadas hasta vetustas murallas, recalando en antiguas mezquitas, atravesando una judería y abocando en una imponente catedral máximo exponente del gótico peninsular más primitivo. Todo, en un mismo lugar. Bienvenidos a Tarazona. Allá donde los cuentos del medievo se hacen realidad.
Amor y guerra en tierra de frontera
Pensar que la Edad Media, esa época a caballo entre la flamante Edad Antigua de los griegos y romanos y el reflorecimiento cultural del Renacimiento, es una edad de oscuridad y retroceso cultural no se ajusta a la realidad. O al menos no en la vieja Turiaso.
La vieja Turiaso, hoy Tarazona, tuvo un papel protagonista durante toda la Edad Media peninsular, gracias a una privilegiada ubicación geográfica que le dio a veces poder, a veces guerra, y siempre mucha riqueza cultural precisamente por ser punto de encuentro entre reinos y culturas.
Una rápida mirada a su historia nos permite ver claro esta fusión: en el siglo V, cabeza de diócesis; en el VI, una de las fortalezas más importantes del estado visigodo; después, cuatro siglos de dominio musulmán, en los que se convivió pacíficamente con la comunidad mozárabe; en el siglo XII, enclave estratégico de la Corona de Aragón y en el XIV “llave del reino” por su influencia en territorios de los reinos de Aragón, Castilla y Navarra.
Todas y cada una de estas etapas dejaron su huella en Tarazona, dibujando en pleno siglo XXI una preciosa ciudad de cuento de once mil habitantes en la que conviven las evidencias hispanovisigodas y mozárabes con el románico, el gótico y el Renacimiento posterior. Y el mudéjar, la única manifestación artística surgida como ejemplo de convivencia entre diferentes culturas en un mismo lugar y que es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Y así fue como Tarazona, lugar de convivencia y amor, mas también de guerra en una encrucijada de caminos y épocas, ayudó a ampliar los horizontes intelectuales de Europa gracias a la traducción del conocimiento árabe al hebreo y al latín, lenguas que convivían en la misma ciudad. Una ciudad donde las tradiciones se fundieron y la leyenda, la imaginación, los juglares y el boca a boca hicieron el resto, dando lugar a preciosas historias de amor y guerra donde los límites ficción-realidad se difuminan e iluminan ojos y sonrisas aún hoy. Bienvenidos a una ciudad medieval de cuento, única en su especie.
La ruta en once fotos
Si bien la Tarazona medieval se siente a cada paso, se resumen en once paradas imprescindibles, resumen de la ajetreada historia medieval turiasonense, sus culturas y estilos constructivos.
Palacio Episcopal. Con su peculiar fachada volada hacia el río, es sin duda una de las estampas más reconocibles de Tarazona. Antigua fortaleza musulmana y castillo medieval, el Palacio Episcopal pasó a ser después un magnífico palacio renacentista con grandes exponentes de ese estilo.
Iglesia Santa María Magdalena. Muy próxima al Palacio Episcopal, ésta fue la iglesia principal en tiempos de los visigodos. Convertida en mezquita en la dominación árabe, fue la parroquia de la nobleza turiasonense tras de la Reconquista de la ciudad por El Batallador en 1119 y fortaleza en tiempos de luchas. En ella se celebraron Cortes del Reino, en su puerta se verificaban las subastas oficiales y en su plaza se reunía el Concejo Municipal. Reconstruida tras la guerra de los dos Pedros (1356 – 1361), los elementos constructivos más antiguos conservados son románicos.
Iglesia San Miguel Arcángel. Comenzó siendo una mezquita, construida por los musulmanes que abandonaron el barrio de El Cinto y su antigua mezquita (la que se convirtió después en la Iglesia Santa María Magdalena). Cuando con el tiempo desaparecieron las costumbres religiosas islámicas para ser sustituidas por las cristianas, la mezquita fue transformada en un templo cristiano a principios del siglo XIII.
Murallas. Como ciudad de frontera que fue y estratégico enclave para los diferentes reinos, durante la Edad Media Tarazona contaba con un importante sistema defensivo, con muros en cada uno de los barrios y una muralla exterior que incluía el casco urbano y zonas sin edificar. De ellas se conservan algunos lienzos de muros y dos torreones.
Casas Colgadas. Ubicadas en el Barrio de la Judería, es otra de las bonitas singularidades de Tarazona. Se trata de una serie de edificaciones construidas en saledizo, bien visibles desde la judería para ganar terreno al recinto amurallado. En ellas residían familias de la nobleza.
Espacio Cultural San Atilano. Antigua Iglesia de San Atilano. San Atilano, patrón de Tarazona, nació aquí en el año 939, en el seno de una familia noble. Llegó a ser obispo de Zamora. En el lugar donde estuvo su casa natal se erigió en 1744 una ermita en su honor. Restaurada en 1920 y reedificada su cúpula en 1956, finalmente fue desacralizada en 1980 y convertida en 2006 en un espacio cultural polivalente, que alberga actualmente una exposición sobre el patrimonio inmaterial que recopila las tradiciones de origen medieval y las leyendas de amor y guerra de la época.
Iglesia Nuestra Sra de la Merced. Ex convento de frailes mercedarios. Los frailes mercedarios llegaron a Tarazona en el año 1300. De acuerdo con su particular carisma de pobreza, se dedicaron a recaudar limosnas con las que sufragar la liberación de prisioneros cristianos en tierras musulmanas. En el siglo XV el Obispado les cedió parte del solar de la vieja parroquia de Santa Cruz del Rebate, desaparecida durante la Guerra de los Dos Pedros, y levantaron un pequeño templo desde el que establecieron importantes lazos con los turiasonenses.
Ermita San Juan Bautista. Junto al Ojo de San Juan, nacedero de un manantial, se encuentra este pequeño edificio excavado en la roca. Aunque los elementos constructivos más antiguos conservados parecen del siglo XVII, se sabe que esta ermita ya existía en época medieval y fue siempre propiedad particular hasta que en 1973 fue donada al Ayuntamiento.
Crucifijo Humilladero. A partir del siglo XIV, en las encrucijadas de los caminos reales del reino de Aragón, generalmente en lugares deshabitados a las afueras de las localidades, se colocaban cruces para conmemorar fechas, acontecimientos o como simples testimonios religiosos para fomentar la piedad y la confianza a la Divina Providencia de los viajeros ante la inseguridad que podían encontrar en sus desplazamientos. Algunas de ellas, como ésta, estaban protegidas por templetes y se las empezaron a llamar “humilladeros” por ser lugares públicos de ajusticiamiento.
Iglesia y claustro San Francisco de Asís. Según la tradición, fue el propio San Francisco de Asís quien, en peregrinación a Santiago de Compostela, pasó por Tarazona en 1214 e instauró una comunidad de frailes menores. Para apoyarla, el obispo y el cabildo catedralicio le donaron la ermita de San Martín, situada extramuros pero muy próxima a la Seo, para que le sirviera de oratorio. La fundación del convento de San Francisco llegaría más tarde, según la documentación encontrada en el año 1270.
Catedral Nuestra Señora de la Huerta. La Catedral de Tarazona es una de las joyas artísticas más importantes de Aragón y, dentro del panorama peninsular, toda una singularidad, pues en ella conviven el gótico francés y el mudéjar con elementos renacentistas únicos en Europa, como sus flamantes pinturas del siglo XVI que le han dado fama en todo el continente.
Los estudios realizados durante la restauración indican que hay estructuras que datan de época romana y que durante los primeros siglos del cristianismo en este lugar pudo haber culto cristiano. Tras la reconquista de la ciudad a los musulmanes por Alfonso el Batallador en 1119 se decidiría recuperar este espacio. Sin embargo, las obras de la época románica quedarían eclipsadas por el proyecto de una iglesia gótica completamente nueva, consagrada en abril de 1235, que sería el monumento más primitivo del gótico peninsular. Desde entonces, la historia de la Catedral de Tarazona está marcada por continuas renovaciones y cambios, que hacen de ella un edificio único lleno de singularidades y estilos constructivos y artísticos.