Montefrío, catalogado como uno de los pueblos que conformaron la última frontera del Reino de Granada, ofrece un apasionante viaje por las torres atalayas que vigilaron el acceso de los enemigos a la ciudad. Las atalayas del Espinar, Los Anillos, El Cortijuelo y los Guzmanes son algunas de las torres rehabilitadas para conservar y difundir el patrimonio histórico y cultural de la localidad.
El tiempo se detiene por un instante y se convierte en el único testigo de un pasado que sigue presente. Cada rincón, cada piedra, cada montaña se resisten a ocultar la historia que se gestó en sus raíces hace cientos de años. Montefrío, la última frontera que hubieron de cruzar los cristianos para alcanzar el Reino de Granada, relata en silencio el miedo y el rencor que se apoderó de dos culturas, dos religiones diferentes, enfrentadas durante años por la ambición del poder. El pueblo, asentado en la cima de la montaña, abre su puerta al visitante y le invita a un viaje de regreso por la huella del Reino Nazarí.
La Torre Atalaya del Espinar es el punto de partida. Ubicada a unos siete kilómetros de la localidad se erige como una de los puntos estratégicos que construyeron los musulmanes para vigilar y controlar el paso de los enemigos al reino de Granada. El tiempo y las condiciones meteorológicas han desgastado la belleza de esta torre de control de la que hoy sólo se conserva la base, gracias a la intervención de limpieza desarrollada en la zona. En este sentido, Rafael Pedregosa, director del equipo de trabajo que ha llevado a cabo la rehabilitación de los restos, explica que «la importancia que tienen las torres de vigilancia en la preservación de la cultura y la historia de este pueblo ha impulsado la organización de un campo de trabajo para recuperar cuatro de los ocho torreones que se levantan en la localidad».
El Espinar es una de las construcciones que levantaron los nazaríes en el siglo XIV para defender el reino del avance de los cristianos. En línea recta respecto a esta atalaya se erigen otras tres torres diseñadas para la misma función y localizadas también en las zonas más montañosas y de difícil acceso del pueblo. Tras abandonar esta fortaleza, la más alejada del centro de la localidad, el viajero se dirige a la segunda parada obligatoria en la ruta por la huella islámica de Granada. Se trata de la Torre del Cortijuelo, uno de los restos que mejor se conservan, mantiene en la actualidad más de seis metros de altura, y uno de las puestos de control más cercanos a Alcalá la Real. «Si en algún momento el vigilante de la torre observaba algún peligro se ponía en contacto con los otros puntos estratégicos a través de señales de humo para advertir de la cercanía del enemigo y diseñar la campaña defensiva frente al ataque del pueblo», relata Pedregosa.
El viaje por las montañas más escarpadas del municipio invita al viajero a descansar por unos minutos, bajo la sombra de algún árbol, para proseguir su recorrido por el pasado de Granada. El próximo destino: la Torre de los Guzmanes, a unos cinco kilómetros del Cortijuelo.
Después de una hora de camino el visitante alcanza al fin la meta. A 1.056 metros sobre el nivel del mar, cerca de la carretera que comunica Montefrío con Tocón se levanta la tercera de las torres vigías. Con el mismo diseño de las anteriores, de planta circular y maciza, conserva más de cinco metros de altura aunque está deteriorada por la base ya que en un invierno frío posiblemente algunos cabreros de la zona construyeron en la atalaya un refugio para resguardarse del mal tiempo. Desde este punto, los vigilantes controlaban la sierra de Parapanda y especialmente el Arroyo de los Molinos y el Cerro del Cerrajón.
La aventura está a punto de finalizar y el cansancio se apodera del viajero. Antes de emprender el camino hacia el último destino es necesario realizar una parada en el pueblo para reponer fuerzas y degustar algunos de los platos tradicionales del municipio.
Tras varios minutos de descanso, hay que retomar de nuevo el viaje, antes de que el calor del mediodía asalte al visitante. A tan sólo dos kilómetros de distancia se encuentra la Torre de los Anillos. Conocida así por la forma y estructura del material que la compone, conserva unos tres metros de altura. En este punto los nazaríes controlaban la parte norte de la Sierra Parapanda y se comunicaban directamente con los vigías del Cortijuelo y de la Torre de los Guzmanes.
Las impresionantes vistas que ofrece este lugar cierran, por hoy, el viaje a través de la historia de Granada, no sin antes aconsejar al aventurero que decida embarcarse en el sendero del tiempo en la época estival, el uso de protección para resguardarse del sol y la indumentaria adecuada para hacer frente a lo escarpado del camino.
Al llegar a Montefrío la puerta del tiempo se abre a la historia. Sus calles empinadas dibujan el pasado de un municipio que mantiene intacta la huella de los que habitaron sus rincones. En la cima del pueblo, el Castillo de la Villa, diseñado por el Alarife mayor de la Alhambra en 1352, inaugura la aventura por el tiempo. La torre construida en un lugar estratégico para la defensa del Reino de Granada no es el único monumento que recuerda la presencia musulmana en los rincones de la ciudad, la fortaleza árabe ubicada a las afueras del pueblo es otro de los elementos arquitectónico heredados del reino nazarí. Construida también en 1352, la obra fue llevada a cabo por el mismo arquitecto de la Alcazaba de la Alhambra y sirvió de residencia durante siete años a Aben Ishmail III, príncipe acaudillado por los abencerrajes que más tarde se convertiría en rey de Granada con el nombre de Yusuf V.
Pero el pasado de Montefrío se remonta aún mas en el tiempo, algo que demuestran la necrópolis visigoda, los enterramientos cristianos y el puente romano que pueden contemplarse en un apasionante recorrido por las calles de la localidad. La impronta de los Reyes Católicos también ha quedado dibujada en sus raíces a través del Hospital San Juan de los Reyes.
La estancia en el pueblo de Montefrío se completa con la degustación de algunos de sus platos típicos como el remojón de San Marcos, el relleno de carnaval, la sopa de lomo de orza y espárragos trigueros, los sesos al mojeteo o el gazpacho de espárragos. A los que deseen completar el almuerzo con un postre delicioso pueden elegir entre estas tres recetas: el cuajado de almendras, las croquetas de chocolate y las natillas de almendra. Tras la copiosa comida al visitante le apetecerá descansar en algún lugar tranquilo, alejado del bullicio y el ruido de la ciudad, algo que podrá encontrar en los distintos hostales y casas rurales que ofrece la localidad como La Enrea, la Huerta Milanos, el Cortijo Ayllón, la Casa Las Angosturas, el Castillo, el Molino del Albejanar o la Casa Guadix, ubicada en la carretera de Íllora.
Nuestro agradecimiento al Patronato Provincial de Turismo de Granada