Mientras en la pantalla se nos presenta un mundo crudo y bizarro en el que los personajes parecen ser operarios de una cadena de producción, la música suaviza y aporta la sensibilidad propia del alma escondida en los fotogramas. Sin pretender ser una versión del trabajo de Vertov, Nyman ha buscado en determinados momentos el paralelismo con la obra del cineasta soviético dejando patente cómo el cambio de siglo no ha supuesto un cambio sustancial en el modelo de sociedad y las similitudes del ser humano a pesar de las diferencias culturales. Concretamente nos muestra realidades de lugares tan aparentemente diferentes como México, Irán o la antigua Unión Soviética.
Los temas que conducen el desarrollo del film son fieles al personal estilo del compositor: una variada colección canciones que muestran las diferentes caras del autor: pausadas melodías en las que el silencio aparece como una nota más y piezas de un Nyman apasionado y dramático, aunque sin llegar al paroxismo de trabajos realizados en las décadas de los 80 y principios de los 90.
Tras la proyección, el compositor ofreció un breve concierto de piano con las piezas más calmadas y románticas de su repertorio en las que destacan sus trabajos con directores como Neil Jordan, Michael Winterbottom, Jean Champion o Peter Greenaway. Siendo los más aclamados por la audiencia los trabajos que Nyman ha realizado para estos dos últimos.