Se dice que Gijón le debe el mar a Dios y el resto a Jovellanos. Y es que Jovellanos fue una figura decisiva en el desarrollo económico, cultural y urbanístico de la ciudad donde nació, donde vivió y a la que tanto contribuyó a expandir urbanística y económicamente. Gijón creció en los siglos XVIII y XIX, precisamente sobre las propuestas planteadas por el ilustrado.
Comienza nuestro itinerario en el lugar de nacimiento de la más importante de las personalidades gijonesas: la Casa Natal de Jovellanos en Cimadevilla. Palacio del siglo XV convertido, desde 1971, en un museo pleno de recuerdos de quien allí nació el día 5 de enero de 1744: Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos.
El ilustrado, defensor de las artes, preocupado por la escasa producción artística de la Asturias de su tiempo, hubiese visto con agrado como las dependencias del caserón familiar albergan ahora obras de los más brillantes representantes de la pintura y escultura asturianas.
Abandonamos la Casa Natal de Jovellanos y visitamos la anexa capilla de los Remedios, en el lateral izquierdo del Museo. En ella se encuentra el sepulcro de Jovellanos.
En la plaza de Jovellanos prestamos atención al establecimiento hotelero a nuestra derecha. Esta Casa fue la primera sede del Instituto de Náutica y Mineralogía fundado por Jovellanos para promover «el cultivo y comercio del carbón creando hábiles mineros y diestros pilotos». Precisamente los dos recursos naturales más importantes con que contaba Asturias: el mar y los yacimientos de carbón. Tras pasar por la Plaza Mayor, con la Casa Consistorial obra de Andrés Coello de mediados del siglo XIX, continuamos nuestro recorrido por el Paseo del Muro, siempre concurrido, contemplando el símbolo gijonés que supone la hermosa playa de San Lorenzo. No perdemos la cara al mar y divisamos la Escalera Monumental de Acceso a la Playa, es decir, La Escalerona. Así es llamada por gijoneses y visitantes la escalera construida en 1933 por Avelino Díaz y Fernández Omaña con el fin de solventar los problemas que planteaba, ya entonces, el masivo acceso al arenal.
Los baños se habían puesto de moda ya desde finales del siglo XIX y eran varios los balnearios que existían en esta zona de la playa; sólo en esta zona ya que el resto del arenal, conformado con dunas y marismas, se comenzó lentamente a desecar a partir de 1860, pero el Muro de contención que hoy vemos no se terminó hasta el año 1907. Concretamente en agosto de 1914 que es cuando se inaugura el Puente del Piles.
El visionario Gaspar Melchor de Jovellanos ya se había preocupado por la acción demoledora del mar y la arena que impedían el crecimiento de la ciudad hacia el sureste. El ilustrado, que disfrutaba de frecuentes paseos por el litoral gijonés, había propuesto a la corporación municipal la construcción del muro de contención y tuvo parte decisiva en el tramo desde la parte trasera de San Pedro hasta la calle Capua.
Atravesando los Jardines del Náutico, tomamos la calle que lleva el nombre de Jovellanos. A nuestra izquierda se abre la Plaza del Instituto y en un lateral vemos el Instituto de Jovellanos. Aquel primer edificio del barrio alto se había quedado pequeño y Jovellanos encarga el proyecto del definitivo Instituto a Juan de Villanueva, Arquitecto Mayor de la Corte. Las obras comenzaron en 1798 aunque el ilustrado sólo conoció su planta baja. Tras su muerte, entre 1888 y 1892 se completó el edificio como hoy lo vemos: Monumento Nacional desde 1975 y sede de la Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular del Ayuntamiento de Gijón.
La plaza del Instituto es conocida por los gijoneses como El Parchís, pues hace sesenta años, cuando fue diseñada, tenía forma cuadrada con las jardineras de las esquinas y con otro conjunto floral en el centro que le daban la apariencia del clásico juego de mesa. En la actualidad sigue conservando esa denominación extraoficial. Rodean a esta plaza una serie de edificios de notable interés, siendo llamativo el de color verde que hace esquina con la calle de La Merced. Es la Casa Berenguer, de clara influencia modernista catalana, obra de José Graner y Prat del año 1902. Al lado de esta casa, frente a la entrada principal de acceso al Instituto Jovellanos, destaca la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús (La Iglesiona) construida entre 1918 y 1922.
Diseñada por el también catalán Joaquín Rubio i Bellver, fue el director de la obra quien era durante esos años arquitecto municipal de Gijón: Miguel García de la Cruz. Su fachada tiene una gran carga decorativa y está coronada por una inmensa imagen del Sagrado Corazón (el Santón para los gijoneses) en mármol de Carrara y obra del escultor Serafín Basora. Con unos 50 metros de altura, el Santón es visible desde gran parte de la ciudad.
A la derecha del Instituto y frente a la Iglesiona se encuentra la Biblioteca Pública Jovellanos, antes sede del Banco de España. Ocupa el solar del primer teatro Jovellanos, desaparecido en 1934, que fue pionero de la iluminación eléctrica en España y cuyo arquitecto había sido Andrés Coello, el mismo que realizó la Casa Consistorial. El actual edificio -concurrida y completísima biblioteca- fue erigido según proyecto de Luis Menéndez Pidal. Volvemos a la Plaza del Instituto fijándonos en el edificio número 3, de estilo racionalista, obra de los arquitectos del Busto, padre e hijo. Se considera como un ejemplo emblemático del racionalismo gijonés, es decir, de la arquitectura de comienzos de los años treinta: la arquitectura de la República.
Ascendemos por la calle de La Merced, dejando a nuestra derecha la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales Jovellanos proyectada también por Manuel del Busto en el año 1911. Está edificada sobre los terrenos que eran la huerta y el jardín del Instituto Jovellanos y tras ella se encuentra el colegio de Educación Primaria que también, como tantas cosas en Gijón, lleva el nombre del ilustrado.
Llegamos al Paseo de Begoña. Es un promontorio natural, una gran roca que antes era llamado Alto de Begoña, que en el siglo XVIII es convertido en alameda. Con el paso de los años fue condicionándose hasta convertirse en un lugar de ocio, recreo infantil y esparcimiento ciudadano. A nuestra izquierda observamos el Teatro Jovellanos heredero de un antiguo Teatro Dindurra y en la actualidad desarrollando una amplia y variada oferta cultural bajo gestión municipal. Al fondo la esbelta Iglesia de San Lorenzo, construida en estilo neogótico en 1896 por el arquitecto Luis Bellido. Delante de ella una pérgola de azulejo y madera, construida en los años 30 y llamada popularmente Los Patos. La primitiva fue demolida en los años 60 y de nuevo fue reconstruida, con notable fidelidad al original, en el año 1992, cuando se remodeló el entorno por última vez.
Volvemos a ascender por la misma calle de Covadonga, observando en todo el paseo tres esculturas (dos en hormigón y una en acero) obras del gijonés Joaquín Rubio Camín: Génesis y Evocación, esta última un homenaje al periodista Francisco Carantoña. Seguimos por la calle Covadonga, descendiendo bajo soportales, hasta llegar a la Plaza de Europa. Este espacio europeista y sus alrededores fueron urbanizados cuando la muralla que rodeaba la ciudad se demolió en 1877. Es un nexo entre el Gijón del siglo XIX y el crecimiento posterior de la ciudad, en un lugar sin duda privilegiado ya que era la vía de entrada y salida de Gijón hacia Oviedo y, naturalmente, hacía Castilla. Era un espacio que todavía hoy es conocido como la Puerta de la Villa. Vemos en estos jardines de la Plaza de Europa dos edificios muy notables. Uno de ellos es el chalet de Ladislao Menéndez, obra de Manuel del Busto en el año 1907 y a su izquierda el Asilo Pola, antigua escuela-guardería para hijos de trabajadores. Desde 1989, este último alberga un Museo monográfico dedicado al pintor Nicanor Piñole (Gijón, 1878 / 1978) cuyas salas merece la pena visitar.
Llegando a la Plaza del Seis de Agosto estamos en otro espacio jovellanista con la estatua a él dedicada y con el Mercado del Sur, inaugurado en el año 1899, cuando esa parte de Gijón era precisamente el Sur.
El seis de agosto de 1811 Jovellanos regresó a su villa natal, después de un injusto destierro de diez años en tierras de Mallorca; la ciudad se vuelca con su ilustre hijo y le prepara una popular bienvenida. El nombre de la plaza recuerda aquel reconocimiento de Gijón a la figura de Jovellanos.
A finales del XIX se decide dedicar este espacio a la memoria de Jovellanos, y se encarga una estatua al escultor Manuel Fuxá el mismo autor de la estatua de Colón en Barcelona. La estatua del ilustrado se inaugura en 1891 al tiempo que la dedicada a Pelayo en la plaza del Marqués.
Cogemos ahora la comercial calle de Los Moros, recientemente remodelada y una de las más transitadas de la ciudad, en la que abundan edificios de principios de siglo XX, representativos del despliegue económico gijonés del momento, cuando una potente burguesía comienza a ocupar las calles del centro urbano. Las calles de los Moros, Corrida y la del Instituto, en dirección Norte-Sur, junto a otras transversales forman parte del Plan de Mejoras que Jovellanos propuso en 1782. Sin duda fue un plan pionero en cuanto a reformas urbanas y cuyas ideas sirvieron de base para el crecimiento de la ciudad en la siguiente centuria.
Al fondo de la calle de Los Moros, esquina a Munuza, destaca el edificio del Banco de Gijón, construído en 1902 por el arquitecto Luis Bellido. De lujosa fachada, con gran carga de elementos decorativos, es llamativa su cubierta abuhardillada al estilo francés, así como la pequeña cúpula que corona al reloj. En este edificio vivió y murió el pintor asturiano Evaristo Valle, que cuenta con un interesante Museo monográfico en la finca La Redonda, en Somió.
Continuamos por la calle Corrida. Si en todas las ciudades hay una calle conocida y representativa, la de Gijón es sin duda ésta. Ya aparece mencionada a principios del siglo XVII, con el nombre de Calle Ancha de la Cruz de la Huelga; un término que hace referencia a connotaciones religiosas y a la huelga, o sea al ocio y al paseo. Cuando la calle fue ampliada, pasó a llamarse calle Corrida, pues salía del Arco del Infante en la Plaza del Seis de Agosto y desembocaba en el Muelle, toda de corrido.
Este tramo de la calle por el que caminamos fue un típico boulevard al estilo parisino, con farolas, arbolado, reloj, varios establecimientos hoteleros y concurridos cafés. El ocio y el comercio son desde siempre las dos actividades de esta calle, el lugar de paseo más tradicional y una calle que, no olvidemos, unía el antiguo puerto carbonero (hoy Puerto Deportivo) con las salidas de la ciudad hacia Oviedo y hacia las cuencas mineras. Y viceversa.
La calle Corrida comienza en los Jardines de la Reina y junto a una pequeña plaza, la de Italia. En ella destacamos el edificio que hace esquina con la calle San Antonio, una obra impresionante del arquitecto Mariano Marín Magallán. Cuenta esta casa con unas bellas cariátides (columnas de formas femeninas) en la fachada y fue construida en el año 1899 albergando en sus bajos uno de los más populares centros sociales de Gijón: el desaparecido Café Oriental.
Salimos hacia el Puerto de Gijón no sin antes detenernos a contemplar, en la calle Trinidad, el conjunto palaciego de los Jove Huergo y la Capilla de la Trinidad. Un palacio barroco, remodelado y acondicionado para albergar permanentemente la obra del pintor extremeño Juan Barjola pero que también da cabida a variadas exposiciones de pintura, de escultura y a conciertos musicales. Del palacio sólo se conserva la fachada donde vemos, grabado en la piedra de una esquina, el más antiguo ejemplo de rotulación de una calle en Gijón.
Desde los Jardines de la Reina la perspectiva del Puerto gijonés es magnífica. Al antiguo Muelle (hoy Puerto Deportivo distinguido con la Bandera Azul por la calidad de sus instalaciones) llegaba el carbón de las cuencas mineras asturianas, vía carretera y luego en ferrocarril. La actividad minera hizo crecer al puerto local, hasta el punto de quedarse pequeño, siendo necesaria la creación de otro puerto exterior, a principios del siglo XX: El Musel. Anteriormente, Jovellanos había propuesto en la ciudad la ampliación del puerto, para poder comerciar con las Indias, y también luchó para que Gijón ostentase la capitanía marítima de Asturias.
Aunque muchas de las propuestas que Jovellanos hizo en la ciudad no pudo verlas hechas realidad en vida, los caminos por el trazados se siguieron en siglos sucesivos.
Nuestro agradecimiento a la Sociedad Mixta de Turismo de Gijón