Ubicada en el cerro del mismo nombre, la actual Alcalá la Real (Jaén), donde se conservan los restos de la primitiva ciudad andalusí a 1.033 metros de altitud y a 100 metros de la ciudad que se encuentra a sus pies, durante más de 150 años, en plena Reconquista, la Fortaleza de la Mota marcó la frontera entre los reinos de Granada y de Castilla.
Alcalá la Real ilustra muy bien la vida en la frontera durante la Baja Edad Media, en una época en la que el peligro era constante. Pero también las uniones temporales entre los enemigos, los acuerdos extraños y el comercio. Porque los territorios podían cambiar de dueño en cuestión de meses y solo los más valientes veían oportunidades en aquellos días tan llenos de incertidumbre.
La antigua ciudad de Alcalá la Real controlaba los pasos desde la Vega de Granada y las tierras costeras de Almería hacia Córdoba y las tierras altas del Guadalquivir. Este cerro fue privilegiado y deseado lugar de asentamiento, remontándose la ocupación del enclave a principios del tercer milenio a. C. con la existencia de un importante asentamiento en el periodo del Neolítico Final en la meseta y sus faldas.
De la época romana también se han detectado indicios de ocupación y se encontraron varios aljibes, así como restos de lienzos de muros asociados a diferentes pavimentos de época republicana y alto imperial. De la presencia visigoda se le han encontrado algunos enterramientos de carácter antropomorfo aparecidos en el subsuelo de la Iglesia Mayor Abacial de la Mota.
En 1340, Alfonso XI sitió la fortaleza, que capituló un año más tarde. Desde ese momento, fue uno de los principales puestos fronterizos del Reino de Castilla frente al Reino nazarí de Granada. Hasta la caída de Granada en 1492, el castillo de La Mota fue muy importante para los distintos reyes cristianos, pues la consideraban un bastión en la retaguardia.
Contaba con varios anillos amurallados, haciendo de su perímetro amurallado uno de los más extensos de Andalucía por aquel entonces.
En el siglo XIX, durante la Guerra de la Independencia, las fuerzas francesas acondicionaron y restauraron la fortaleza, construyendo un muro que iba desde el alcázar hasta la torre de la Cárcel, circundando la zona de ocupación, que incluía la iglesia Mayor abacial. Cuando la guerra terminó (1812), el deterioro de la fortaleza se hizo evidente. En la Guerra Civil española (1936-1939), aún sufrió más daños, quedando prácticamente destruida.
De lo conservado sobresale la Iglesia Abacial de Santa María la Mayor, templo gótico-renacentista (siglos XVI-XVII) que sería abandonado, como el resto del emplazamiento, a partir del siglo XVIII, con el traslado de sus habitantes al llano que hoy ocupa la ciudad.
La Alcazaba es un recinto fortificado de planta triangular, reconstruido en el siglo XVI, con torres en sus ángulos, entre las que destaca la del Homenaje, de unos 20 metros de altura.
Podemos admirar algunos lienzos, torreones como la Torre de la Cárcel, la Torre Mocha, la Torre del Homenaje, la Torre de la Campana y de la Vela y siete puertas, tales como la Puerta de la Imagen, Puerta de las Lanzas, Puerta de la imagen, Carnicerías, etc. Todos en uno de los perímetros amurallados más extensos de toda Andalucía.
La antigua ciudad amurallada contaba con edificios religiosos, de gobierno y administrativos, así como diversos centros comerciales y en ella residían las autoridades eclesiásticas y civiles. Actualmente, la Fortaleza de la Mota alberga el Centro de Interpretación de la Vida en la Frontera.