Entre la niebla, coronando el monte de Sintra, como surgido de un sueño, aparece el Palacio da Pena. Un edificio único promovido por el espíritu rebelde del romanticismo en un entorno cautivador y misterioso. El monte de Sintra ha provocado la fascinación de poetas, músicos y personalidades que, conociendo mundo, apreciaron la belleza cautivadora del lugar. Lord Byron lo denominó “el glorioso Edén” por su exuberancia “la más fascinante de Europa”. Y su palacio fue renombrado por Richard Strauss como el “Castillo del Santo Grial».
La singularidad y fascinante atractivo de este Palacio da Pena se debe a Fernando II, rey consorte de Portugal en el siglo XIX. Este aristócrata alemán, culto, seguidor del movimiento romántico y apasionado de esta tierra, compró con su fortuna personal las tierras donde un antiguo monasterio jerónimo se erigió en el siglo XII tras la supuesta aparición de la Virgen. El monasterio había visto su mayor esplendor con las obras encargadas por Manuel I, en el siglo XVI, pero debido al terremoto de 1755 y la posterior expulsión de todas las órdenes religiosas del territorio luso, se encontraba abandonado. El estado de la sierra tampoco era el que hoy conocemos. Siglos de caza y tala dejaron esquilmado el paisaje hasta que Fernando II decidió convertir este lugar un vergel de especies exóticas y el monasterio en una residencia acogedora y artísticamente única.
Hoy, Parques de Sintra gestiona un patrimonio de carácter único que comprende monumentos y espacios naturales a los que este organismo ha dotado de medios de vanguardia para facilitar el disfrute de ellos en todos los aspectos. Conoceremos la historia, cultura y arte de nuestro país vecino de manera amena. Descubriremos curiosidades que, ocultas bajo el simbolismo, parecen querer pasar desapercibidos al visitante. Un entorno mágico donde respirar el aire romántico que el parque nacional de Sintra emana y donde ir desgranando todos sus secretos.
Palacio da Pena
Fue Fernando II, rey consorte y osado personaje al que agradecemos su valor, el gran valedor del Palacio da Pena. Este hombre que se atrevió a cantar ópera cuando debía pasar revista a las tropas, imaginamos que pudo llegar a ser calificado, al menos, de excéntrico. Dicho calificativo se cimentó al desdeñar al arquitecto real y elegir un ingeniero militar como responsable de las obras del Palacio da Pena. La afición del ingeniero por los viajes, su conocimiento del arte árabe y africano, y su gusto compartido con el rey por la arquitectura de su tierra natal le convirtieron en el artífice de una obra tan cautivadora como ecléctica.
Inicialmente sólo se pretendía transformar el monasterio del siglo XII en residencia y, para ello, se le dotó de un acceso en forma de túnel en espiral, al final de cuál se construyeron dos pórticos.
El simbolismo de la Puerta Férrea
La Puerta Férrea, y un arco de herradura nos dan la bienvenida al Palacio da Pena. En esta entrada se aprecian ya la mezcla de estilos y el simbolismo romántico: En el tímpano de uno de estos arcos aparece una mano abierta. Aunque esta alude a la justicia real, su objetivo oculto es indicar las propiedades mágicas del lugar así como proteger del mal de ojo.
En la cara exterior del tímpano hay tres rosas en forma triangular, y en la interior, una rosa en flor. Aparentemente estas flores hacen referencia a la heráldica familiar, pero, conociendo la relación del rey con los rosacruces pueden representar la asociación del monarca con esta organización.
Emulando las trazas de una fortaleza, la Puerta Férrea, que precede a un puente levadizo, tiene dos torres vigías del mismo estilo de la Torre de Belem y, según parece, fue construida según el proyecto del propio Fernando II. Puede que, por ello, aparezca carga de símbolos que hasta hoy han sabido descifrase en su totalidad.
Las serpientes de las impostas pueden significar el concepto de unidad, el dragón y el león que flanquean la puerta guardan la puerta, y el yelmo es la representación de la “dignidad caballeresca” del castillo. Cruces la Orden de Cristo, los sucesores de los templarios, dan cuenta de la pertenencia del rey a esta orden y las pieles de lobo, evocan al Toisón de Oro y, probablemente, indican la condición de neófito (los llamados “lobeznos”) conferida en uno de los ritos masónicos.
El pórtico del Tritón da la bienvenida a los visitantes a la parte pública del palacio cuya fachada está decorada con azulejos. Este personaje mitológico, con gesto fiero representa los cuatro elementos y parece cargar con el peso del balcón superior.
Traspasando el arco decorado de manera con corales nos situamos en el vestíbulo cubierto donde se encuentra la puerta de las Calabazas, ideada probablemente por el rey y con un significado que traspasa lo meramente ornamental ya que las calabazas son símbolo de abundancia. El resto de este lugar, está profusamente decorado con ornamentación arabesca y oriental.
En el patio de los Arcos
Este vestíbulo nos conduce al patio de los Arcos, donde se encuentra la ventana de estilo manuelino inspirada por la que se haya en el monasterio de Tomar, original del siglo XVI.
Desde este patio se accede a la capilla, rematada con un pináculo recubierto de azulejos. En esta pequeña estancia destaca una preciosa vidriera de la ventana central de la nave producida en Nuremberg en 1840 aunque, probablemente, diseñada en Portugal y el magnífico retablo del siglo XVI realizado en alabastro, principalmente blanco para todas las figuras y el negro para marcar con su contraste las líneas verticales y horizontales. Se trata de una obra en la que contrasta su sobriedad cromática frente la multitud de detalles labrados en la piedra.
Tras la capilla se yergue la torre del reloj dominando el paisaje con una trazas de fortaleza militar y es que diseñada tomado como referencia la Torre de Belem.
Pero este monumento no debe su eclecticismo a la mera fusión del carácter religioso, residencial y militar, un túnel en la fachada principal aparece decorado con motivos neomoriscos y en esta misma fachada dos inmensas columnas salomónicas al estilo de la Puerta de la Justicia de la Alambra soportan el peso del balcón superior y abren paso a una galería en la que los motivos mudéjares y manuelinos se funden como en otros espacios de este singular edificio.
Las estancias privadas
Hay palacios en el mundo donde las proporciones nos deslumbran por su magnificencia, la zona destinada a ser la residencia de la familia real nos fascina por todo lo contrario. Al recorrer las habitaciones de esta parte del palacio es muy fácil imaginar la vida cotidiana de Fernando II, su familia y sus sucesores. Se trata de estancias donde se respira un ambiente familiar.
Accedemos desde el claustro de los antiguos monjes al que se entra por una puerta manuelina. El estilo del siglo XVI se ve reflejado y está presente en todo el claustro: columnas y azulejos hispano-árabes realizados con la técnica de “cuerda seca” corresponden a dicha etapa. A lo largo del corredor interior se alinean las antiguas celdas de los monjes, y que Fernando II adaptó a la comodidad de su época. El comedor, profusamente ornamentado como si en cualquier momento la cena fuese a ser servida, se encuentra en una sala cuya bóveda es de estilo manuelino: bóveda de crucería y nervaduras estrelladas. Merece la pena fijarse en cada una de las piezas que amueblan este salón: las alacenas, la alfombra, las cortinas…todo ha sido colocado para recrear el estilo propio del siglo XIX y su cierto temor al horror vacui. Dicha recreación ha sido todo un acierto.
Todas las estancias privadas de los personajes que aquí habitaron también están recreadas a la perfección. El dormitorio del penúltimo rey de Portugal, Carlos II con su diván y cama con dosel, en estilo imperial; el cuarto de baño en el que vemos la primera ducha con agua caliente y fría llegada a este país o el taller en el que permanece un lienzo inacabado de este rey dotado para la pintura.
Destaca la riqueza con que decorada el dormitorio de la reina Amelia, su última moradora y de la que podemos ver varios retratos en el palacio. Esta mujer, nacida en Inglaterra, reina y madre del último rey luso tuvo un dramático destino: su marido, el rey Carlos, es asesinado junto con el príncipe heredero. Ya viuda se ve obligada a exiliarse junto con el último rey de Portugal, su hijo Manuel, y muere en Versalles.
El recorrido de las estancias privadas es aún más sugestivo si conocemos las vicisitudes vitales de las personas que vivieron aquí sus días de esplendor.
En la zona de recepción de visitas, los salones se van sucediendo en un de estilos diversos, aparentemente, anacrónicos que al recrearse con libertad y talento artístico conforman un conjunto armonioso cuya belleza sigue vigente. En la sala árabe, destinada a la firma del libro de visitas el trampantojo creado por el artista italiano Paolo Pizza aporta profundidad a la sala con tan solo sus toques con el pincel. La sala india con sus blancas paredes decoradas con motivos neomoriscos y decorada con mobiliario de estilo oriental, tras la que se encuentra la Sala de Recepçao también amueblada en estilo indio.
El salón noble es donde el espacio se amplía, la vista se ensancha para dar paso a mayores dimensiones, techos altos y paredes donde la luz baña las blancas cubiertas de paneles decorativos.
La lista de detalles en los que reparar en este palacio es tan inmensa e interesante que merece la pena dejarnos llevar en la visita por un guía que conoce a la perfección todos sus recovecos aunque este palacio esconde historias aún no reveladas.
Cómo llegar
El Palacio da Pena se encuentra en las proximidades de la preciosa villa de Sintra, a unos 30 km. de Lisboa. El camino hasta el Parque da Pena y el Castelo dos Mouros, así como al Parque de Monserrate y al Convento dos Capuchos está bien señalizado y se puede acceder a los varios parkings gratuitos donde dejar el automóvil.
Más información
Parques de Sintra
Parque de Monserrate
2710-405 Sintra, Portugal
Tel: 21 923 73 00
Fax: 21 923 73 50
E-mail: info@parquesdesintra.pt
Web: www.parquesdesintra.pt