Dubrovnik es una ciudad costera, rodeada por un azulísimo Adriático y murallas y fortificaciones que datan del siglo X, ubicada al sur de Dalmacia, en Croacia. Por su ubicación, es parada obligatoria de los muchos cruceros que surcan la zona. No obstante, por los incontables atractivos de la hermosa Dubrovnik, mezcla de historia y belleza natural: la elegante y portentosa arquitectura, sus vistas impagables al Adriático, la gastronomía, la amabilidad de sus gentes, la impecable oferta hotelera… se ha convertido en el destino favorito de quienes buscan un destino de calidad.
Dubrovnik, un destino de lujo
Durante muchísimos años, Dubrovnik fue el lugar favorito y secreto de la jet set americana y la realeza europea para pasar sus días de descanso. Bernard Shaw, Premio Nobel de Literatura en 1925 y Óscar al mejor guion adaptado por la versión cinematográfica de «Pigmalión» en 1938. escribió sobre Dubrovnik: «los que busquen un paraíso en la tierra deberían venir a Dubrovnik». En 1979, la ciudad antigua de Dubrovnik (el recinto amurallado) fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO; (la declaración fue ampliada en 1994).
Si bien, tras los bombardeo de los serbios, en 1991, durante la Guerra de los Balcanes, muchos de los lugares emblemáticos de la ciudad quedaron dañados, y no digamos ya su economía cuyo sector turístico sufrió un grave revés. Sin embargo, gracias al acuerdo de Erdut, y a la creación de una comisión conjunta entre la UNESCO y la UE, más el apoyo del gobierno croata, se consiguió tras unos meses, tanto reparar los destrozos de la guerra, como recuperar la esencia centenaria y distinguida de Dubrovnik. El nombre de la ciudad proviene de los bosques de robles que crecían en las proximidades, llamados dubrave.
La ciudad, un conjunto medieval de casas con techos rojizos, iglesias y tiendas, se levanta sobre un roquedal junto al Adriático. Sus murallas, altísimas y de una belleza sobrecogedora, símbolo de uno de los sistemas de fortificación más eficaces del Mediterráneo, con sus torres, bastiones y alcázares, preservaron a la ciudad durante siglos de los ataques que provenían tanto de Oriente como Occidente.
Constantino VII Porfirogéneta, asegura que la ciudad fue fundada en el siglo VII por fugitivos de la actual Cavtat, la añtaño Epidaurum romana. Estuvo gobernada por bizantinos, venecianos y húngaros, hasta que por fin lograron su independencia en 1382, fecha de la creación de la república de Ragusa. Ya en los siglos XV y XVI, alcanzaron un próspero desarrollo militar, económico y cultural (la república llegó a contar con una flota de más de 500 barcos), gracias al descubrimiento de América y a las nuevas rutas comerciales. Esta bonanza se vio reflejada en la arquitectura esplendorosa de la ciudad, en gran parte destruida por el terremoto de 1667, y luego nuevamente reconstruida.
Recorriendo Dubrovnik, se para el tiempo
Pero volvamos a la ciudad, lo mejor para un primer acercamiento, es regresar a sus murallas y recorrer el adarve de la fortificación, maravillarse con la contemplación del casco histórico y el majestuoso Adriático. Las murallas y las fortificaciones se extienden a lo largo de casi dos mil metros, alcanzando en algunos momentos hasta los 25 m de altura.
De todas las entradas al casco antiguo, la principal es la Puerta de Pile. Antes de llegar, hay que atravesar un magnífico puente de piedra. Una vez en la puerta, nos espera una hornacina sobre el arco ojival que acoge a san Blas, el patrón de Dubrovnik. Si continua su paseo, se encontrará con acogedoras calles y plazas, preciosos palacios, edificios religiosos de todas las confesiones: la catedral, iglesias, monasterios, una sinagoga, una mezquita, una iglesia ortodoxa…
Nada más cruzar la puerta de Pile, aparece una plaza en cuyo centro se encuentra la fuente de Onofrio, uno de los monumentos más significativos de la ciudad. Construida en el XIV por Onofrio de la Cava, quien también se encargó de diseñar el suministro de aguas para la ciudad, extrayendo agua del río Dubrovacka. En su día la fuente tenía dos alturas, si bien la superior desapareció con el terremoto de 1667.
Si seguimos avanzando, a nuestro paso sale el monasterio franciscano, del XIV, si bien fue reconstruido tras el terremoto, del que solo se salvó: la puerta sur de estilo gótico veneciano, con una Piedad en el tímpano; un púlpito de mármol y el claustro con una fuente del XV. Desde un lateral de dicho claustro, pueden acceder a la más vieja farmacia de Croacia, concretamente lleva funcionando desde 1317, como dan fe alambiques, morteros, frascos de botica… En la sala capitular, se ubica el Museo franciscano con objetos y pinturas de la orden, una espectacular biblioteca e instrumental de farmacopea.
Concluida su visita al museo, prosiga por la calle principal de Dubrovnik, la calle Stradun, el camino más corto entre las puertas oriental y occidental de Dubrovnik. Se trazó en el siglo XII tras drenar y cubrir el canal que separaba la isla de Ragusa de tierra; la pavimentación no llegaría hasta mediados del XV. Tras el terremoto, a uno y otro lado, empezaron a levantarse casas de piedra. Hoy está repleto de cafés y bares ideales para descansar un rato antes de proseguir con la visita y quién sabe si mientras tanto, ver pasar a Bono de U2 a Carlota Casiraghi, o cualquiera de los muchos de los famosos que acuden a Dubrovnik, atraídos por la ausencia de prensa y la indiferencia respetuosa de los croatas.
Una vez hayan repuesto fuerzas, pueden dirigirse a la catedral que se vertebra sobre tres naves con sus correspondientes ábsides, los altares laterales están decorados con pinturas de autores italianos y dálmatas, si bien lo más destacado es el Tiziano del altar mayor. Al lado de la iglesia no deben perderse el Tesoro de la catedral, compuesta por objetos traídos por mercaderes de la zona fruto de sus intercambios con Bizancio, Oriente Próximo, Apulia y Venecia. Entre ellos destaca una colección de objetos sagrados de oro (curiosísimo un aguamanil decorado con la flora y fauna de Dubrovnik), y otra de doscientas reliquias, entre ellas el brazo de san Blas y una Santa Cruz, con un fragmento, dicen, de la cruz de Cristo. Tampoco se olviden del tondo de la Virgen de la Silla que posiblemente pintó Rafael, copia de la que expone en Florencia.
A continuación, pueden visitar el palacio del Gobernador, el centro de la vida política y administrativa de la ciudad. El edificio es obra de Onofrio de la Cava, data de 1435, quien también diseñó logias y arcos. El pórtico se añadiría treinta años después, y es obra de Michelozzi, autor también de las esculturas de los capiteles. Además de ser la residencia oficial del Gobernador, acogía al Consejo Supremo de la República, y era lugar de celebración -en sus elegantísimos salones- de reuniones y recepciones diplomáticas.
Hoy, es sede del Museo Dubrovnik, su visita, es una buena forma de conocer la historia de la ciudad, su pujanza comercial y artística, a través de sus 15. OOO piezas tales como: obras de pintores dálmatas y venecianos, retratos de personajes ilustres, muebles, uniformes, condecoraciones, pesos y medidas (el famoso peso de Dubrovnik) o monedas. Asimismo, durante el famoso Festival de Dubrovnik, se celebran conciertos en el patio interior.
Junto al museo, se encuentra el ayuntamiento renacentista obra de Vecchietti en el XIX, donde se encuentra el exclusivo restaurante Gradska Kavana y el Teatro Municipal. Luego pueden pasarse por la iglesia de San Blas, de fachada barroca, reconstruida en el XVIII, según diseño del XVII, alberga importante arte barroco, un altar mayor con la figura de San Blas, en plata bañada en oro del XV, sujetando una maqueta de la ciudad.
La siguiente parada obligada es la plaza de la Logia, sede de la vida económica y política. Esta rodeada de edificios muy importantes: la columna de Orlando, punto de encuentro habitual de lugareños; la Torre del Reloj restaurada en el XX según su la original del XV; la Logia de la Campana, con cuatro campanas que antaño se tañían para convocar a la ciudadanía ante cualquier contingencia grave; el Cuartel Principal, reconstruido en el XVII según original del XV, con puerta barroca y ventanas reticulares góticas; y la pequeña fuente de Onofrio, de 1438.
A la izquierda de la plaza de la Logia, se encuentra el Palacio de Sponza, que data del siglo XIV. Entonces, albergó a la Casa de la Moneda, así reza su dintel en latín: «Falsear y modificar los pesos está prohibido. Mientras peso los bienes, Dios me sopesa a mí»; hoy es sede de los Archivos Estatales. En su interior, nos aguarda una logia renacentista en la planta baja, una ventana gótica trifolia en la primera planta, y una estatua de San Blas en el piso superior.
Finalmente, no dejen de visitar el monasterio dominico, del XIV, aunque también fue reconstruido tras el terremoto. Impresiona la escalinata con balaustrada que lleva a la iglesia, y ya en la puerta, nos aguarda una estatua románica de santo Domingo. Es de una sola nave amplísima, con arco central gótico-renacentista del que pende un retablo dorado de Veneziano. Alrededor del claustro, se disponen las distintas dependencias que hoy acogen al Museo dominico, con obras de la escuela de Dubrovnik, y de la escuela veneciana, entre ellos Tiziano; reliquias y objetos religiosos de plata y oro.
Finalizada la visita a los lugares más importantes, es hora de cenar. No hace falta que acuda muy pronto porque en Dubrovnik los horarios son tan flexibles como los de España. Un clásico es el Nautika, el más elegante y caro, pero con unas vistas al mar y una carta de pescados que lo merecen. También es muy recomendable el Victoria, en el Hotel Úrsula.
Prueben la gastronomía local, panzerotti, la bouzara (guiso con cigalas), arroces, calamares fritos, dicen que los mejores del mundo, en el Tabasco, el Ragusa2, el Jadran o el Kamenice… Lo bueno de Dubrovnik, es que hay restaurantes para todos los bolsillos, desde exclusivísimos a restaurantes modestos donde se puede disfrutar de terraza y manjares locales para dos por menos de treinta euros… Ah, y también pueden tomar pizzas en Konavoka.
Después de la cena, no debería perderse la noche de Dubrovnik. No solo nos referimos a dejarse caer por las muchas terrazas y locales con música en vivo, el Troubaudour, el Buza, el Cenic, el Hemingway…; sino a perderse por la antigua Ragusa. Es una delicia, cuando los cruceristas ya han zarpado hacia otros destinos, pasear por la ciudad, más bella y misteriosa, a la luz de los faroles antiguos.
Cómo llegar
Una de las maneras más espectaculares de llegar a Dubrovnik es a través del mar. Existen varias líneas de ferry internacionales que llegan a Dubrovnik; la principal compañía nacional es Jadrolinija (www.jadrolinija.hr).
Dónde alojarse
Excelsior Hotel
Tel: (020) 353 353.
Más información
Oficina Nacional de Turismo de Croacia
Página web: www.visitacroacia.es