El castillo alcarreño de Jadraque, más conocido como el «Castillo del Cid«, se encuentra sobre un cerro del que José Ortega y Gasset aseguró que era «el más perfecto del mundo». Se alza orgulloso sobre el valle que en el que discurre el curso del cercano río Henares. Fue el Cardenal Mendoza quien, a partir de 1469, inició la construcción del castillo, como lugar de residencia. Tras no pocas experiencias, en el siglo XIX pasó a ser propiedad de los duques de Osuna. En 1899, el pueblo de Jadraque lo adquirió por 300 pesetas, a la Casa de Osuna y del Infantado. Hoy en día, es un lugar especial con unas vistas espectaculares.
Si visitamos Jadraque descubriremos un pueblo humilde pero con encanto en el que casonas hidalgas construidas entre los siglos XVII y XVIII destacan sobre el conjunto. Tales como las de la Alcarria, la de la Inquisición (que aún conserva su escudo, y en la que se alojó la esposa del rey Felipe V, doña Isabel de Farnesio), o la de Verdugo (sede de la Fundación Perlado Verdugo). Esta última fue el lugar elegido como escondite en 1809 del afrancesado Gaspar Melchor de Jovellanos. En la Iglesia de San Juan Bautista (siglo XVI) veremos un bonito retablo barroco y un lienzo de Zurbarán, «Cristo recogiendo sus vestiduras», que data de 1661.
Historia del Castillo del Cid, en Jadraque
Centrándonos en el Castillo, diremos es casi íntegramente obra del último tercio del siglo XV, luego es más un castillo-palacio que un elemento de defensa o vigilancia. Parece que sus cimientos originales datan de los siglos X y XI, sería por tanto una fortaleza de origen califal. Y tendría sentido que formara parte de los emplazamientos defensivos de la llamada «Marca Media califal», junto con las cercanas localidades de Atienza o Sigüenza.
Llamado del Cid, no es solo el El Cid que todos conocemos el personaje histórico asociado al Castillo, como ahora veremos. Pudiera haber sido posible que este Castillo fuera arrebatado a los árabes por aquel adalid de la Reconquista, Alfonso VI en el año 1085, ¿con ayuda de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador? La historia no nos permite afirmarlo con rotundidad, pero este Castillo tiene el honor de ser reconocido como el Castillo del Cid, como refleja el «Cantar del mío Cid» (asociándolo a Castejón) y así se muestra en la entrada del Castillo. La realidad es que fue ordenado «reconstruir» por orden de don Pedro González de Mendoza.
Nacido en Guadalajara en 1428, este eclesiástico, político, militar y mecenas castellano, perteneciente a la alta nobleza y al linaje de la Casa de Mendoza, es sin duda una de las figuras más brillantes de la aristocracia de la segunda mitad del siglo XV. Alcanzó gran influencia con Enrique IV de Castilla y con el papa Sixto IV, y ya en tiempos de los Reyes Católicos se decía que era el tercer rey de España.
Como consejero de Castilla, agente diplomático y mecenas excepcional pasó a la historia como uno de los mayores impulsores del avance del Renacimiento en España, del descubrimiento de América y, también hay que decirlo, de la expulsión de los judíos. El por entonces Obispo de Sigüenza y más tarde arzobispo de Toledo entregó el castillo a su hijo primogénito, don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, marqués de Zenete y primer conde del Cid.
No debemos olvidar el marcado carácter simbólico que debió tener el Castillo y la necesidad de dotar a la fortaleza de Jadraque de la nueva imagen del recién creado señorío del Condado del Cid. El Condado del Cid, título nobiliario español fue creado por los Reyes Católicos en 1492 a favor de Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza. Es seguramente por este condado del Cid por lo que el Castillo recibe el nombre del «Castillo del Cid», pero tampoco queda de más asociarlo al gran Campeador.
Rodrigo vivió en el Castillo (convertido en símbolo de su recién estrenado condado) y le dotó de todas las comodidades posibles. Centro neurálgico de su poder y de sus, por qué no decirlo, conquistas. Al morir el primer conde del Cid, su única hija, Mencía, que se había casado con el duque del Infantado, condenó al Castillo a un segundo plano casi definitivo. Abandonado y sin uso, solo la guerra de Sucesión reactivó su valor como fortaleza.
El duque de Osuna y del Infantado, a finales del siglo XIX decidió venderlo, siendo el propio pueblo quien en el año 1889 lo compraría con la simbólica cantidad de 300 pesetas. Más tarde se ha ido rehabilitando con aportaciones personales de vecinos del pueblo.
En nuestros días, hay obras de restauración con capital público y privado, para devolver al Castillo su pasado esplendoroso.
Qué ver en el Castillo del Cid
El castillo tiene cuatro torreones circulares y uno rectangular. Todo el rectángulo está rodeado por una barrera natural del terreno. Contemplando las terrazas con las que se coronan el adarve, los propios torreones y la zona residencial que existió en la parte más septentrional, nos damos cuenta de la corriente italianizante de la época renacentista con la que fue concebido, por supuesto, sin perder la majestuosidad del tipo castillo-residencia castellano de la época.
Acercándonos a los murallones de cierre veremos su adarve almenado así como las torres esquineras que presentan terrazas también almenadas con algunas saeteras. El interior muestra una pequeña capilla en honor de Nuestra Señora de Castejón, patrona del pueblo de Jadraque. Nos llamará la atención la amplitud del conjunto interior, la homogeneidad de su silueta y la perfecta combinación de los ámbitos castrense y residencial. El acceso al Castillo se hace por un precioso camino de olivos y amapolas que parte desde la base del cerro que cobija a este evocador recuerdo de tiempos majestuosos, ya lejanos.
Cómo llegar
Jadraque es un municipio de la provincia de Guadalajara, a 48 km al Nordeste de la ciudad de Guadalajara y a 106 km al Nordeste de Madrid. Desde Madrid, se llega directamente por la Autovía de Aragón, (A-II) y luego un pequeño desvío.