Carlos I de España, rey y emperador, Carlos V de Alemania, llegó a España como extranjero y se convirtió en un enamorado del país. Muestra de ello son estas palabras suyas referidas a su voluntad de estar en España el mayor tiempo posible: “Vivir y morir en estos Reinos, en la cual determinación está y estará mientras viviere”. Estos son algunos de los lugares donde vivió los momentos más importantes de su vida en la península.
Los lugares de Carlos V. Tazones: Áspero e inesperado recibimiento al rey
En septiembre 1517 treinta naves custodian al navío regio de Carlos V en su llegada a la península ibérica. Su destino, el puerto de Laredo, pero las tormentas desvían el rumbo y acaban arribando al pequeño pueblo pesquero de Tazones, en la costa asturiana.
Podemos imaginar el miedo y asombro de los vecinos al ver aparecer en el horizonte semejante cantidad de naves y de tal calibre. Nada se había avisado, nadie sabía nada, a nadie esperaban mientras los navíos se acercan a la costa y en sus velas, ondeaban los escudos de Castilla y Aragón y el lema carolino: “Plus Ultra”. Si el susto es terrible, la confusión se suma al ver que los que llegan no conocen el idioma. Carlos, cuya lengua materna es el francés, apenas balbucea unas palabras en castellano.
Razones para visitar Tazones
Tazones es una localidad enclavada en la costa oriental asturiana, un margen entre las montañas y la playa trufado de casas blancas frente al mar.
Parte de la fama de este pueblo pesquero deriva del hecho referido a Carlos V pero, sin duda, la belleza del lugar es suficiente razón para visitarlo.
En agosto se representa el Desembarco de Carlos V. Para la recreación, parte de los actores se engalanan con ricos ropajes como los flamencos del siglo XVI en contraste con los habitantes del pueblo, vestidos de manera sobria. El pueblo celebra la fiesta con puestos de productos típicos, música y bailes tradicionales y talleres de artesanía.
De Tazones, Carlos parte hacia Valladolid, aunque antes pasará por Tordesillas para ver a su madre.
Los lugares de Carlos V. Tordesillas: La prisión de la reina Juana
La desdichada reina Juana, hija de los Reyes Católicos y madre de Carlos, permanecía encerrada en un palacio en esta localidad vallisoletana. Tras el periplo que la llevó acompañando el cadáver de su marido por tierras de Castilla, los restos de Felipe el Hermoso fueron depositados en la iglesia del convento de las Clarisas y ella, por orden de Fernando el Católico, encerrada junto a él, en el palacio real.
De este palacio, mandado construir por Enrique III en 1400, no ha quedado ningún rastro, ya que se derruyó en el siglo XVIII. Sabemos que se encontraba junto al convento de Santa Clara, frente al río Duero.
Allí pasó Juana 46 largos años, hasta su muerte en 1555. Cuando Carlos la visitó quedó impresionado por las circunstancias en las que vivían su madre y su hermana pequeña, Catalina. Vestidas con prendas vulgares, impropias de su dignidad, pasaban los días apartadas de toda responsabilidad de Estado y del ambiente de la corte.
Ante semejante descubrimiento, Carlos pretendió rescatar a Catalina, pero esta se negó a abandonar a su madre, aparentemente, incapacitada mentalmente. Esta incapacidad no impidió a Juana ver con claridad la intención de los Comuneros. Con Padilla a la cabeza, se presentaron en el palacio real de Tordesillas para pedirle que desposeyera a Carlos del título de rey. No lo hizo. Tal vez Carlos vio en este gesto el amor y la inteligencia de su madre y siguió visitándola a lo largo de toda su vida.
Razones para visitar Tordesillas
A pesar de que no existe hoy el palacio real, Tordesillas tiene mucho atractivo, especialmente para los amantes de la historia. Las Casas del Tratado, donde se firmó el Tratado al que da nombre la localidad, y de acuerdo al cuál portugueses y castellanos se reparten los territorios del Nuevo Mundo.
La Plaza Mayor, del siglo XVII, o el Monasterio de las Clarisas, son algunos de lugares cuya visita es imprescindible.
Los lugares de Carlos V. Valladolid: Carlos jura su cargo
El Valladolid de Carlos V es una de las tres ciudades más importantes de la antigua Corona de Castilla, junto con Toledo, sede del Arzobispado y Sevilla. Aunque no se trata de la capital ya que la corte carolina, como la de sus abuelos, fue itinerante. Cuando el rey llega a la ciudad se aloja en las casas de Don Bernardino de Pimentel, en la Corredera de San Pablo, y será su residencia siempre que vuelva.
Aunque los vallisoletanos reciben al rey con frialdad, las celebraciones de su llegada se organizan con el fasto correspondiente y la ciudad se engalana con profusión. Tras las celebraciones, las Cortes se reúnen y Carlos jura su cargo, pocos días antes de cumplir dieciocho años, en febrero de 1518.
Es en esta época cuando mantiene un romance con la viuda de su abuelo y una de las pocas personas ajenas a la corte flamenca que habla francés en Valladolid. Es Germana de Foix. Para mantener el idilio con discreción, Carlos ordena elevar un puente de madera que le permite pasar de su residencia a la de Germana de Foix sin tener que pasar por la calle. Lo llamarían el “puente de los enamorados”.
Años después, cuando Carlos ya ha contraído matrimonio con Isabel de Portugal, es en estas mismas casas donde nace su heredero en el trono español: Felipe II. El niño recibe las aguas bautismales en la Iglesia de San Pablo, del siglo XV.
Razones para visitar Valladolid
El Palacio de Pimentel es hoy la sede de la Diputación de Valladolid. Construido en ladrillo, casi en su totalidad, se trata de un estilo sobrio que rompe la ventana plateresca realizada en piedra que destaca sobre el conjunto de la fachada. En el interior, esta sobriedad sigue siendo la norma en un patio castellano del siglo XVI.
Los lugares de Carlos V. Granada: Isabel de Portugal
Los constantes viajes del emperador hacen que no permanezca en un lugar durante mucho tiempo, pero es en algunos donde se producen acontecimientos más felices o dónde por voluntad propia decide residir el tiempo que le permiten sus obligaciones. Entre esos lugares se encuentra Granada, donde un Carlos enamorado pasa su luna de miel.
Los esponsales con Isabel de Portugal, una bella dama hija del rey Juan II, se realizan por poderes y por duplicado. La causa de que haya que repetir la boda es que en la primera ocasión un defecto en la dispensa papal que les permite casarse a pesar del parentesco.
A pesar de haberse formalizado el matrimonio, los novios no se habían visto nunca. Es cuatro meses después, el 8 de marzo, cuando Carlos llega a Sevilla y ve por primera vez a Isabel de Portugal.
Dos meses después viajan a Granada donde pasan lo que sería una luna de miel. Es entonces cuando Carlos decide construir un palacio de estilo manierista en plena Alhambra, derribando algunos edificios. Lo que nos puede parecer hoy una obscenidad, en su momento se consideró una mejora del complejo de palacios árabes. Actualmente, el fuerte contraste del edificio que alberga un patio de dos alturas con el entorno sigue siendo chocante.
Ni Carlos ni Isabel vieron terminado este palacio, cuyas obras finalizaron un año antes de la muerte del emperador y casi dos décadas después de la de su esposa.
Los lugares de Carlos V. Yuste: El final del emperador
Hasta Extremadura llegó en noviembre de 1556 un rey cansado y dolorido por la gota. Cuando Carlos V decidió el lugar para retirarse tras la abdicación escogió el humilde monasterio jerónimo de Yuste. Este hubo de ser acondicionado para dar cabida a la corte carolina. Mientras se realizan las obras, Carlos, liberado por propia voluntad de las responsabilidades del reinado, se aloja en el Palacio de los Condes de Oropesa. En este edificio confluye el carácter original de fortaleza, por sus dos torres, con el espíritu de residencia renacentista que queda patente en el interior.
La residencia del emperador en el Monasterio de Yuste es un espacio sobrio de dos plantas, acondicionadas para que Carlos pudiera pasar los inviernos en las salas más cálidas y los veranos en las más frescas. Allí se conservan la silla de mano con la que realizó el camino parte de la tortuosa Vía de la Plata.
Fotos: Juan G. Martínez