Si le gustan los caballos y le gusta Portugal, le proponemos un recorrido por la marisma del Ribatejo para descubrir a los caballos de la raza lusitana, toros y “campinos”. También le espera un castillo muy especial.
En Benavente, visite la “Companhia das Lezírias”, la mayor explotación agropecuaria de Portugal. Vea bellos ejemplares de la raza lusitana y deje que los más pequeños jueguen en la “Quinta Pedagógica”, donde podrán aprender más sobre animales e, incluso, ¡a hacer pan!. Para los más activos, también existe la posibilidad de practicar deportes de mayor riesgo.
En Santarém, descanse la mirada sobre la marisma en el Mirador de “Portas do Sol” y suba a la «Torre de las Cabaças», para visitar el Museo del Reloj. Allí, toda la familia podrá saber algo más sobre la historia del cómputo del Tiempo a lo largo de los siglos. Cuando se marche, y si ya hay hambre, pase por Almeirim para probar una revitalizante “sopa de la piedra”, confeccionada con todo lo que cabe en el estómago (y en la olla). Termine el día en una bonita casa convertida en museo: la Casa Museo de los Patudos, en Alpiarça.
En el Largo Zeferino Sarmento, cerca de la iglesia de São João de Alporão, encontramos la Torre das Cabaças. De planta cuadrangular, con 22 metros de altura, es un imponente testimonio tardo-gótico del sistema defensivo de la ciudad durante el siglo XV. Durante el siglo XVII, se añadió una cornisa manierista, en un intento de embellecer la torre. Aunque las murallas y el edificio de la sede del ayuntamiento, al que pertenecía, ya hayan desaparecido, ha mantenido hasta hoy su función de Torre del Reloj.
La denominación de «Torre das Cabaças», se debe a la existencia, en lo alto, de un armazón de hierro que sujeta ocho calabazas (actualmente substituidas por vasijas de cerámica) que sirven de refuerzo acústico a la campana, que se debería oír en las poblaciones más cercanas a Santarém. Desde tiempos remotos, la opinión popular vió en ellas la representación de las cabezas huecas de los concejales que ordenaron la construcción de tan tosca y bruta torre.
En 1999, el ayuntamiento delineó un proyecto de restauración de la Torre y rehabilitación del área circundante. Actualmente, con una imagen completamente renovada (substituido el encalado y restaurado el sistema de relojería), su interior se nos presenta como un interesante Núcleo Museológico del Tiempo con una exposición de objetos referidos al tema.
Hoy en día, la plaza de las «Portas do Sol» es un jardín delimitado por antiguas murallas. Es uno de los más importantes miradores de la región ribatejana, situado en la parte Sureste de la ciudad de Santarém. Desde aquí se avistan Almeirim, Alpiarza y una parte del campo de la ´Lezíria´ atravesado por el Río Tajo.
En los tiempos de la Reconquista Cristiana (S. XII), constituía una de las ocho puertas de entrada en la ciudad de Santarém.
De toda la línea defensiva, este es el lienzo de murallas mejor conservado, pudiendo encontrar aún algunas huellas de su presencia en la «Fonte das Figueras» (Fuente de las Higueras) y en la «Torre das Cabaças» (Torre de las Calabazas). El resto acabó siendo destruido con la expansión de la ciudad.
La Casa Museo de los Patudos es un edificio muy llamativo, que refleja la tradición y estética portuguesas de principios del s. XX. Encargada por su propietario José Relvas al joven arquitecto Raul Lino, discípulo del alemán A. Haupt, el edificio revela, en la conjugación de motivos arquitectónicos eclécticos, el gusto del romanticismo propio de esa época.
A pesar del gran valor artístico de las piezas que decoran el interior de la casa, el sentimiento que prevalece al visitarla nos transporta más a un clima de espacio íntimo habitado por una persona con gran sensibilidad, cultura y buen gusto, que a una exposición de museo.
En las diversas salas, cuadros de grandes pintores portugueses decoran las paredes, estando presente también la pintura de las escuelas flamenca, alemana, italiana, española y francesa. Porcelanas de diferente procedencia y diversas épocas, cristales y lozas esmaltadas completan el ambiente de una casa en la que, en cualquier momento, parece que su propietario nos va a recibir. Fotos, caricaturas, pequeños objetos de arte personales refuerzan esta percepción, sobre todo en la sala de la biblioteca, reflejo de la excepcional cultura de José Relvas.
Asimismo, hay que destacar la colección de alfombras de Arraiolos, considerada una de las mayores en Portugal, entre las cuales se destaca un ejemplar de 1761 bordado en seda sobre lino. Además de las de Arraiolos, existen valiosas tapicerías de Aubusson que sirven de marco a notables piezas de mobiliario.
El segundo día, pare en Golegã, un pueblo con tradición ecuestre, que en Noviembre organiza la famosa Feria del Caballo. Aproveche para visitar la Iglesia principal, con un bello pórtico manuelino y vaya con toda la familia a la Reserva Natural de Paul do Boquilobo, zona húmeda con relevancia internacional, muy buscada por las aves migratorias que aquí podrá ver.
La Iglesia Principal de Golegã, situada en la plaza principal de la ciudad, está dedicada a la Virgen de la Concepción. No se conoce la fecha exacta de la construcción, pero es verdad que las obras que se llevaron a cabo a principios del S. XVI documentan un período histórico de gran desarrollo de la localidad, gracias a la preferencia por parte del rey D. Manuel.
Aunque sea posible reconocer en la estructura una continuidad de la utilización del estilo Gótico Mendicante, algunos elementos muestran una clara ejecución del programa iconográfico Manuelino. Es el caso de las bóvedas estrelladas en la capilla mayor y de la ornamentación en el arco triunfal, en las puertas laterales y en el pórtico principal, el más relevante en la aplicación de este nuevo lenguaje artístico.
El espacio espiritual nos viene anunciado por la decoración exuberante del portal, ornamentado con los diversos símbolos del arte Manuelino: la viña eucarística, las alcachofas de la Resurrección, las Cruces de la Orden de Cristo, la cordelería, las columnas salomónicas laterales y la decoración en filigrana del friso. En el centro de la composición, podemos ver una imagen de la Virgen. El conjunto está enriquecido por las armas reales y esferas armillares colocadas en una placa circular superior, reafirmando la protección regia de D. Manuel I.
El bello pórtico está atribuido al arquitecto Diogo Boitaca (aprox. 1510-1515), uno de los grandes maestros de obras de la época, con trabajos reconocidos en las ciudades más importantes del reino, como por ejemplo el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, el Monasterio de Santa Cruz de Coimbra o el Convento de Jesús de Setúbal.
En el interior, la decoración de los altares y de la escalera de acceso a la torre y los azulejos de la capilla mayor son añadidos posteriores, del S. XVIII. El templo sufrió obras de restauración durante el S. XIX, en estilo revivalista, y también a mediados del S. XX.
Delante de la iglesia, no olvide contemplar el rollo de piedra de Golegã, sencillamente decorado y con un remate en forma de campanilla, que data también del S. XVI. Se supone que fue construido cuando D. João III elevó la localidad al rango de villa en 1534.
La localidad de Golegã está situada en una región de suelo fértil, regada por los dos ríos que la limitan, el Río Tajo y su afluente el Río Almonda. Este hecho determinó que aquí se asentaran distintas poblaciones, beneficiando a su vez, desde el principio, el desarrollo económico, basado en la agricultura.
Tras la Reconquista Cristiana del territorio por parte del rey D. Afonso Henriques, en el s. XII, esta región fue entregada a la Orden de los Caballeros Templarios para su cultivo. La memoria de esos tiempos permanece en la historia de la «Quinta da Cardiga» (Finca de Cardiga), actualmente un importante centro de producción agrícola local.
Ya en el s. XII, gracias al hecho de que la ruta que unía Tomar con Santarém atravesaba esta zona, se construyó aquí una posada, por voluntad de una mujer de Galicia. El lugar empezó entonces a ser conocido como Venta de la Gallega.
El éxito de la empresa y las características agrícolas regionales fueron el estímulo para el posterior desarrollo comercial y agrícola y para el asentamiento de la población. Este lugar se transformó, pasado poco tiempo, en «Póvoa da Galega» (Puebla de la Gallega) y luego en Vila da Galega (Villa de la Gallega). Esta denominación dio lugar, por deformación lingüística, a la palabra ´Golegã´.
Antes de que Golegã fuese elevada al rango de villa por D. João III, en 1534, su antecesor real, D. Manuel I, también se ocupó de la expansión de la localidad. El interés y la inversión realizada quedan señalados en la obra de mecenazgo llevada a cabo en la Iglesia Madre.
La relación con la actividad agrícola propició la realización de ferias y mercados, donde campesinos y criadores de ganado venían a exponer sus productos y animales. Durante el s. XVIII, las fiestas en honor de San Martín, el 11 de noviembre, eran las preferidas por los criadores de caballos para mostrar con todo su orgullo los animales de raza. Por aquel entonces se celebraban concursos hípicos y competiciones. Este evento, que fue ganando importancia gradualmente, es el precedente de la actual Feria Nacional del Caballo, de gran relevancia a escala nacional en la especialidad ecuestre.
Al visitar la localidad, aproveche para dar un paseo por el jardín romántico que rodea el antiguo estudio de Carlos Relvas, un conocido fotógrafo del s. XIX, o para ver el Museo Martins Correia, un escultor contemporáneo. Dos personas nacidas en Golegã que, de alguna forma, contribuyeron al reconocimiento de la ciudad en la actualidad.
Cerca de Golegã, puede también conocer la Reserva Natural de Paúl do Boquilobo, (Marismas de Boquilobo), en la confluencia de los ríos Tajo y Almonda.
En 1983 la UNESCO declaró monumento «Patrimonio de la Humanidad» una joya sin par de la historia de Occidente: el Castillo Templario y Convento de los Caballeros de Cristo de Tomar. Construido sobre un lugar de culto romano, este vasto conjunto monumental nos habla de siete siglos de la historia de Portugal y de grandes momentos de la historia de Occidente.
Afonso Henriques, primer rey de Portugal, donó a los Caballeros del Templo de Jerusalén una extensa región entre el Mondego y el Tajo. Cuenta la leyenda que los caballeros llegados a la región escogieron, por artes premonitorias, un monte para establecer un castillo y el nombre que le darían: Tomar. Corría el año de 1160 y D. Gualdim Pais, Maestro Provincial de la Orden del Templo, lo mandó edificar y poblar.
En 1314, la Orden del templo fue exterminada a consecuencia de las persecuciones del rey de Francia, Felipe – el Hermoso. Gracias a la voluntad de D. Dinis, las personas, los bienes y los privilegios fueron totalmente integrados, en 1319, en una nueva orden – la Milicia de los Caballeros de Cristo. Los Templarios encontraron así en Portugal continuidad a su consagrada misión de Caballería. Exteriormente, la gran señal que distinguía esa diferencia residía en la cruz de la orden, que pasó a tener los brazos derechos en vez de los brazos curvilíneos de la cruz templaria.
La nueva Orden militar, con el Infante D. Henrique, apoyaría a la nación portuguesa en la empresa de los descubrimientos marítimos de los siglos XV y XVI. El Castillo de Tomar es en aquel entonces Convento y sede de la orden y el Infante Navegante su Gobernador y Administrador perpetuo. Este Maestro laico transformará a los caballeros en navegantes que tendrán la misión de expandir el Reino y la Fé, con los Descubrimientos. Por eso las carabelas llevarán en las velas la Cruz de los Caballeros de Cristo, que se expandirá en marcos de piedra por las siete partidas del mundo.
Nuestro agradecimiento a la Oficina de Turismo de Portugal en España