Este año se cumplen 145 desde que «El barberillo de Lavapiés» se estrenara en el Teatro de la Zarzuela de Madrid allá por 1874. En todo este tiempo la obra de Francisco Asenjo Barbieri, con magnífico libreto de Luis Mariano de Larra (hijo del perspicaz intelectual romántico ‘Fígaro’), ha cabalgado tres siglos distintos con idéntica suerte: el placer del público, de los amantes de la música, de los entusiastas del Teatro de altura. Toda una fiesta de teatro musical que del 28 de marzo al 14 de abril volverá a alegrar el coliseo de la plazuela de Jovellanos con una nueva producción, trece años después de la última presentación del título en este escenario. Serán en total 14 funciones, una de las cuales, la del viernes 12 de abril (20h00), se emitirá en directo a través de Facebook, YouTube y la página web del Teatro.
Pero el interés y la expectación que ha originado este Barberillo no se deben únicamente a ese material musical y literario que lo convierten en una incontestable obra maestra; una de las obras más divertidas y alegres del repertorio lírico que se ha mantenido en escena hasta nuestros días como un emblema de la lírica española. También alcanza la calidad de acontecimiento por quienes son responsables de ponerla en pie en esta ocasión. El director de escena y adaptador del texto no es otro que Alfredo Sanzol, Premio Nacional de Literatura Dramática de 2017 y uno de los nombres indispensables en la escena de hoy. De la dirección musical será responsable el maestro internacional José Miguel Pérez-Sierra, que como en él es habitual dará brío al foso al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.
La producción cuenta con la singular escenografía y el colorido vestuario de Alejandro Andújar, la iluminación siempre reveladora de Pedro Yagüe y la coreografía (tan importante en este título) de Antonio Ruz, Premio Nacional de Danza 2018, quien con la poesía del movimiento contribuye a que la obra vuelva a ser actual y moderna. Serán, además, dos los repartos que canten la obra genial de Barbieri: Lamparilla, el Barberillo que pretende a Paloma la costurera, con quien se ve inmerso en una intriga política sin saber cómo ni por qué, será interpretado por los barítonos Borja Quiza y David Oller; Paloma estará encarnada por las mezzosopranos Cristina Faus y Ana Cristina Marco; la marquesita del Bierzo, intrigante política que mete a todos en el lío, y enamorada a su vez del sufridor Don Luis de Haro, será cantada por las sopranos María Miró y Cristina Toledo; los tenores Javier Tomé y Francisco Corujo darán vida a Don Luis, quien sufre el desdén político y amoroso de su querida Marquesita; el bajo David Sánchez será el conspirador Don Juan de Peralta, y el también bajo Abel García, Don Pedro de Monforte, defensor de la ley y la justicia. Acompañará en el escenario a este doble elenco el Coro Titular del Teatro de la Zarzuela, así como diez bailarines y ocho actores que también danzan en todos y cada uno de los números de baile.
Música y escena. Vigencia, comedia, belleza
José Miguel Pérez-Sierra, quien califica la obra como «una de las cimas del género», sostiene que la colaboración entre Barbieri y Larra es más que interesante, ya que «juntos crean una obra en la que se vive, se respira Madrid. Un Madrid dieciochesco en el argumento y decimonónico en lo musical, pero con un perfume atemporal que hace que aún hoy esta zarzuela tenga plena vigencia».
Alfredo Sanzol, por su parte, recalca que «el tono cómico y de aventuras de la función es lo que hemos potenciado sin olvidar nunca que ambas cosas van unidas a la búsqueda de la belleza». El director de escena apunta en cada uno de sus trabajos a la idea de que «la profundidad de la vida y sus difíciles conflictos necesitan de la visión de la comedia para encontrar soluciones liberadoras».
Barbieri y Larra mezclan una trama popular, la de los amores de Lamparilla y Paloma, con los devaneos sentimentales de dos aristócratas, la Marquesita Estrella y don Luis, y todo ello con un trasfondo político: la transición forzada de un gobierno de Grimaldi a Floridablanca. Es un modelo temático que ya había utilizado Barbieri en Jugar con fuego, Los diamantes de la corona o Pan y toros, pero que con el texto de Larra —escrito en verso— se llena de aventuras, intrigas, política, amor y humor, funcionando como si hubiera sido escrito en estos días que corren.