Aranjuez, muy cerca de la capital de España
Saliendo de Madrid hacia el sur, menos de 50 km. habrá que recorrer para disfrutar de la hermosa ciudad de Aranjuez, privilegio en anteriores épocas únicamente de los elegidos. Para llegar a ella tendremos que atravesar la localidad de Pinto, con la torre donde estuvo encerrada la princesa de Éboli, o la antigua población de la edad de bronce conocida hoy con el nombre de Ciempozuelos.
Salvo ellas, poco o nada de la árida meseta que rodea este camino hacia el antiguo Real Sitio de Aranjuez puede sugerirnos que nos acercamos a un lugar de tan singular belleza. Sólo al llegar a las proximidades de su vega podremos comenzar a sospechar lo que en realidad nos deparará la visita. Por cierto, su feria del Motín, cada septiembre, es fiesta de interés turístico nacional.
El Palacio Real de Aranjuez
A orillas del río Tajo se alza grandioso el Palacio Real de Aranjuez. Fue Mandado construir por Felipe II en 1561, sobre los terrenos que ocupara la antigua casa palacio perteneciente a los maestres de la Orden de Santiago. Los arquitectos Juan de Herrera y Juan de Toledo fueron llamados para hacerse cargo del proyecto. Pero a pesar de ser ya elegido por los sucesivos monarcas como lugar de descanso y recreo, las obras del futuro palacio permanecieron paralizadas hasta bien entrado el siglo XVIII. La torre sur y la capilla fueron realizadas con anterioridad, pero no es hasta después de dos incendios sucesivos, acaecidos en 1660 y 1665, cuando se reinicia la reconstrucción del que será palacio definitivo.
La historia de la edificación del palacio de Aranjuez transcurre ligada a los sucesivos monarcas que desde Felipe II, creador de la idea original, se suceden y eligen el Real Sitio para su descanso. El primer proyecto, de los arquitectos Juan de Herrera y Juan de Toledo, se prolonga durante más de dos siglos.
Felipe V ordena su trazado al arquitecto Pedro Caro Idrogo en 1717. La fachada principal construida en tiempos de Fernando VI es obra de Giacomo Bonavia, y las dos alas laterales, así como la capilla pública, son obra de Sabatini construidas durante el reinado de Carlos III. La decoración interior es lujosa, rica y diversa, dando muestras de los gustos y costumbres de los distintos reyes que utilizaron el palacio con fines de recreo.
Abundante mobiliario de todos los estilos y épocas, como lámparas y esculturas, colecciones de sedas, tapices, cristales y porcelanas, se distribuyen por igual en las numerosas salas, cámaras, alcobas y comedores. El suntuoso palacio alberga también obras pictóricas de Lucas Jordán, Vicente López o Esquivel, entre otros. La pieza más destacada quizás sea la obra El Señor. La pintura El Bautismo de Cristo que decora la bóveda de la capilla fue realizada por el artista español Bartolomé Esteban Murillo. De las numerosas estancias que forman el monumental palacio Real de Aranjuez, destaca la llamada Sala de Porcelana, preferida por el rey Carlos III y que figura ya como la mejor obra salida de la Real Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro.
Aranjuez, llena de encanto
Más aún que el propio palacio y su lujosa ornamentación propia de la suntuosidad del siglo XVIII, destacan a su alrededor los amplios y frondosos jardines que han llevado a la villa de Aranjuez a ser recordada por todos aquellos que la visitan por su encanto y natural grandiosidad. Pequeños caminos bordeando el Tajo, con embarcaderos, huertas y una frondosa vegetación, producen en quien a ellos acuden un refrescante y pacificador encuentro con la naturaleza, creada y recreada en torno al curso de un río y unas tierras agradecidas con sus cuidadores.
Giacomo Bonavia, también conocido como Santiago Bonavía, ideó en 1750 el conjunto de la Iglesia y plaza de San Antonio. La iglesia tiene una fachada tardobarroca y está enlazada mediante arcos bajo los que discurren galerías a los edificios que se utilizaron como alojamiento de los sirvientes de los reyes. En el extremo contrario a la iglesia se encuentra la fuente de Venus o de Mariblanca que sustituyó a una estatua ecuestre de Fernando VI.
El suntuoso palacio y los bellos jardines no deben hacernos olvidar que todo Aranjuez cuenta con un conjunto urbano, homogéneo, barroco y acogedor, merecedor de ser recorrido. Muchas son las obras de arte que cada reinado dejó en la localidad que sirven hoy de disfrute para propios y extraños. El núcleo central, incluidas sus calles principales, Infantas y del Príncipe, da señas concretas de la convivencia actual del pasado y el presente.
Las ya presentes y modernas edificaciones rodean las calles adyacentes a la gran plaza de San Antonio, en la que confluyen las fachadas de la Casa de los Oficios, obra de Juan de Herrera de finales del siglo XVI y la Casa de Infantes trazada por Juan de Villanueva en 1799. Ambas están unidas por la iglesia de San Antonio, ofreciendo un monumental conjunto histórico- artístico.
La rica gastronomía que se ofrece al visitante, está basada en los frutos de la tierra y en la tradición cazadora de los monarcas.Y es que en el ancho y llano valle que forma la vega del río Tajo y Jarama es un inmejorable «mercado» de cuyas fértiles y ricas tierras se han sabido extraer los excepcionales productos de la huerta, voceados durante siglos por los hortelanos en las calles y plazas.
Las huertas de Aranjuez han ilustrado al mundo con sabores exquisitos y han dado a algunos de sus productos una merecida fama universal. Son, sin duda, sus espárragos, fresones y fresas, una delicia para el paladar. El espárrago ribereño, traído de Holanda en el S. XVIII, es una exquisitez tanto si viene acompañado de mahonesa, como si prepara en vinagreta, revueltos, en tortilla, gratinados, a la plancha, en gazpacho, en salsa…
Merecida fama han cobrado también los fresones, en su variedad mariguín, originaria de América, y las fresas, de inigualable sabor, textura y aroma, especiales para preparar excelentes platos de repostería. Unas tierras en las que se degustan sabrosos tomates, alcachofas, pimientos, lechugas, coliflores, coles de bruselas, habas, acelgas o melones, peras, manzanas, ciruelas…
Y como acompañante de lujo, los fogones de Aranjuez se han especializado en los platos cinegéticos entre los que cabe destacar aquellos que tienen al faisán como protagonista, sin duda el ave más representativa de los frondosos bosques de esta parte de la vega del Tajo. No es la única caza que se puede tomar, también son excelentes las codornices, perdices o el conejo «al ajillo» del que se puede disfrutar en los populares «gangos» o merenderos, que a orillas del río ofrecen un ambiente fresco, tranquilo y familiar. Todo regado con vinos locales o de tierras cercanas: de Colmenar, Villaconejos, Noblejas y Yepes.
Nuestro agradecimiento a la Consejería de Turismo de la Comunidad de Madrid