Todo empezó en Córcega, en Ajaccio, en agosto de 1769 con el nacimiento de Napoleón Bonaparte. Después, los viajes y los acontecimientos se van encadenando. La vida de Napoleón transcurre por todo el territorio francés: hacia el Este, donde aprende francés y hace campaña, al Sudeste, donde asume sus primeras funciones y vive su regreso victorioso de la Isla de Elba, París donde es coronado, el Norte, desde donde intenta conquistar Inglaterra, el Centro, donde lo aprendió todo y por el que pasa en múltiples ocasiones o incluso el Oeste, al que protegerá y que se convierte en la tierra de salida para su exilio en Santa Elena.
El París de Napoleón
Ciudad de poder, París estuvo evidentemente marcada por el Imperio, tanto por sus monumentos, sus barrios, como por las anécdotas relacionadas con el personaje. Desde los lugares más queridos para los parisinos, hasta los que se han convertido en centros de visita obligada para los turistas del mundo entero, la «ciudad de la luz» conserva las huellas indelebles del Emperador, desde el Louvre, a los Campos-Elíseos, pasando por los Inválidos donde descansan sus restos desde 1841, rodeado por sus más fieles generales.
Como político, ejerció su poder desde un gran número de palacios: el Palacio de Luxemburgo y sus famosos jardines, hoy sede del Senado, donde preparó con Sieyès el golpe de estado del 18 Brumario, que marcó sus primeros pasos en política. En 1792, fue testigo de la famosa jornada revolucionaria que termina con la toma del Palacio de las Tullerías, antes de instalarse allí, 8 años después, como Primer Cónsul. Por último, vivió en el Palacio del Elíseo, actual residencia del Presidente de la República, que adquiere en 1809, antes de ofrecérselo a Josefina de Beauharnais después del divorcio. Casualidades de la historia, también fue aquí donde firmo su segunda abdicación en 1815, sinónimo de su caída.
Pero hay otros lugares de obligada visita marcados con su huella. La Catedral de Notre-Dame en la Isla de la Cité, cuyas campanas festejaron su coronación como Emperador de los Franceses el 2 de diciembre de 1804, pero también la Escuela Militar de la que fue alumno y salió con el grado de Alférez. Otro vestigio, la columna Vendôme, en cuya cima vemos una estatua del Emperador, fue edificada con los cañones fundidos de los enemigos y domina la plaza que lleva el mismo nombre, uno de los lugares más lujosos de París.
Pero su grandeza también se ilustra con los dos Arcos de Triunfo, a la gloria de los ejércitos napoleónicos y sus victorias: el Arco del Carrusel, el más pequeño, entre el Louvre y el jardín de las Tullerías. Y el más conocido de todos, «trozo de piedra sobre un montón de gloria» en palabras de Victor Hugo, el Arco del Triunfo, que Napoleón no llegó a ver terminado, porque se inauguró en 1836, 15 años después de su muerte, por… el rey Louis-Philippe.
Por lo que respecta al Louvre, que sigue siendo hoy uno de los museos más visitados del mundo, Napoleón llevó a cabo numerosas obras de rehabilitación y reforma. Guarda entre sus muros las joyas de la corona, el bicornio del Emperador y el lienzo de David «La consagración de Napoleón». Asimismo, bajo su autoridad se abrió, por razones sanitarias en aquella época el cementerio de Père Lachaise, a las afueras de París, y donde reposan ilustres personalidades como Molière, Jean de La Fontaine o, más recientemente, el cantante americano Jim Morrison.
La Región de Ile-De-France
Esta región fue para Napoleón una zona privilegiada a la que le gustaba retirarse para trabajar fuera de la agitación de la capital y cazar en bosques como el de Vincennes o el de Rambouillet. Siguen existiendo un gran número de residencias portadoras de su huella, como el castillo de Fontainebleau, por el que sentía un particular aprecio y que recibe, hoy en día, millones de visitantes. Aquí se firmó el tratado del reparto de Portugal en 1807 y estuvo prisionero durante dos años el Papa Pío VII. En su patio tuvieron lugar, el 5 de abril de 1814, sus famosos adioses a la Guardia Imperial. Desde 1986, alberga un museo dedicado al Emperador y a su familia.
Otro castillo por el que sentía un especial aprecio, es el de Rueil-Malmaison, comprado en 1799 y en el que muere Josefina en 1814. Alberga un museo con un gran número de muebles y lienzos. Podríamos citar también Compiègne o Versailles en los que, en un momento determinado, pensó instalarse.
El norte y el este
El norte fue el escenario de numerosas expediciones de inspección de guarniciones y flota, preparando la invasión a Inglaterra… pero el desembarco nunca se produjo. Napoleón visitó varias ciudades portuarias, como Boulogne-sur-Mer, primer puerto pesquero francés, Dunkerque con su torre del siglo XV, Dieppe y Calais, primer puerto de tránsito de viajeros en el que, ironías de la historia, hoy hay un túnel bajo la Mancha que une Francia con… Inglaterra.
Los honores de la presencia imperial se pasearon también por Château-Thierry, ciudad natal del fabulista Jean de La Fontaine, y por Amiens donde Napoleón visitó las murallas y la catedral de Notre-Dame, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
El Este tuvo un papel primordial en la vida del joven Bonaparte. En Autun, con sus numerosos vestigios galorromanos, entró en el colegio en 1779, recién llegado de su Córcega natal para aprender el francés. Sus estudios le llevaron luego a Brienne-le-Château, donde fue alumno de la Escuela Real Militar durante cinco años, y que alberga hoy en día un museo que reúne objetos personales y recuerdos de la campaña de Francia de 1814.
Las regiones fronterizas también fueron paso obligado para la Gran Armada en campaña: Troyes con sus bellas casas con vigas de madera, Verdun que se verá tristemente marcado por la guerra de 1914-18, Colmar, la «Venecia del Este», Estrasburgo con su catedral y su «petite France».
Córcega y Napoleón
Destino turístico sin igual, «La Isla de la Belleza» atrae por su sol, sus calas, sus montañas y sus pueblos pintorescos. En la casa familiar de Ajaccio, el futuro Emperador vino al mundo, el 15 de agosto de 1769, pero sólo volvió a ella en contadas ocasiones. La casa puede visitarse, presenta numerosos objetos, muebles, recuerdos y la habitación donde nació. En la catedral del siglo XVI, fue bautizado dos años después. Un segundo museo, en el Ayuntamiento, presenta documentos y lienzos que pertenecieron a la familia Bonaparte.
Napoleón marcó y fue jalonando, de manera infatigable, una gran parte del territorio francés. Desde sus años de juventud hasta su exilio en Santa Elena, no dejó de recorrer el país. Entre los vestigios de este período y los monumentos conmemorativos, se ha escrito una página de la historia de Francia alrededor de estas ciudades y monumentos.
Es una manera ideal de conocer un país y una cultura, siguiendo los pasos de un hombre único. Ahora les toca a ustedes dejarse conquistar y dejar también su propia huella.