Nuestro destino es Mönchengladbach, ciudad mágica del estado federal de Renania del Norte-Westfalia, en Alemania. Es la mayor de la región del bajo Rin. Lo que hoy visitamos es el resultado de la reforma territorial del 1 de enero de 1975, tras la que Mönchengladbach, Rheydt y Wickrath fueron unidas en una sola, manteniéndose el nombre de Mönchengladbach para esta nueva unión.
El nombre original de la ciudad es Gladbach, denominación que se sigue utilizando hoy en día para referirse a ella. Para distinguirse de otro pueblo con el mismo nombre (el Bergisch Gladbach presente) se cambió el nombre a München-Gladbach en 1888. Para no dar a entender que era un barrio de Múnich (München en alemán), el nombre fue cambiado a Mönchen Gladbach en 1950 y a Mönchengladbach en 1960. El origen del pueblo fue una abadía fundada en el año 974.
Mönchengladbach se encuentra a 15 kilómetros aproximadamente al oeste del Rin, en la llanura del río Niers. Hay muchos parques y bosques dentro de la ciudad. El bosque de Hardt (Hardter Wald) y partes del «Rheindahlen», al oeste de la ciudad, pertenecen al parque natural de Maas-Schwalm-Nette.
Mönchengladbach, una ciudad para vivir y amar, tiene una carácter fruto de la deliciosa combinación entre el atractivo urbano y el encanto de la campiña; no en vano, esta ciudad del Bajo Rin es conocida, con sus parques y bosques, como una «gran ciudad verde». Sin embargo, Mönchengladbach también representa cultura y arte, y posee unos relevantes monumentos arquitectónicos, un museo de fama mundial y una escena de teatros y cabarets en constante movimiento.
El Mercado Antiguo, la Kapuzinerplatz (Plaza de los Capuchinos) y la catedral configuran el núcleo del casco histórico de Mönchengladbach. Esta amplia plaza se muestra hoy en día moderna y serena. Está decorada con detalles como las columnas de temperatura, la obra de arte «El hombre y el tiempo», la «fuente cuadrada y redonda» o una famosa escultura de Heinz Mack ubicada en la Kapuzinerplatz.
Tres veces a la semana hay mercado y por las tardes llaman la atención del público los cafés, bares y tabernas, sobre todo en la Waldhausener Straße, la zona de marcha del centro. Los renanos entienden mucho de diversión, y también los habitantes de Mönchengladbach saben como celebrar fiestas. Por ejemplo el Carnaval, que aquí se celebra a lo grande. Sobre todo la «Veilchendienstagszug» (procesión violeta del martes de Carnaval), una atracción única en su género.
El mayor atractivo cultural que ofrece Mönchengladbach es, sin duda, el «Städtisches Museum Abteiberg Mönchengladbach», uno de los museos alemanes más relevantes dedicados a las artes plásticas de los siglos XX y XXI. Fue diseñado y realizado en 1982 por Hans Hollein, una de las superestrellas del posmodernismo, y cuenta con obras de Joseph Beuys, Richard Serra, Andy Warhol, Sigmar Polke, Gerhard Richter, Martin Kippenberger, Markus Oehlen, Heinz Mack, Ulrich Rückriem y Gregor Schneider.
Igualmente extraordinario, si bien mucho más antiguo, es el tesoro de la Catedral de San Vito, a la que el Papa Pablo VI elevó al rango de basílica menor en 1974. En el tesoro podemos encontrar tanto importantes obras de orfebrería como maravillosos manuscritos, una tabla de runas germánica, un sello de Alberto Magno y, conservado en un relicario dorado, el mantel de la Última Cena, que, según la tradición, cubrió la mesa en que se celebró la Última Cena.
Dos hermosos castillos completan la visita de Mönchengladbach: el castillo Rheydt, el castillo renacentista mejor conservado del Bajo Rin, y el castillo Wickrath, un castillo sobre el agua, situado en un romántico parque a orillas del río Niers, que cuenta con un agradable restaurante dentro del edificio de viviendas del antiguo jefe de caballerizas, que parece un castillo en sí mismo. Y es que, sin perjuicio de la cultura, no es bueno andar escaso de comida y bebida.