Fue en el s. XIII cuando la Torre del Oro comenzó a reflejarse en las aguas del Guadalquivir, que a partir del descubrimiento del Nuevo Mundo vendrá a cobrar una importancia incomparable: gracias a él, el puerto de Sevilla se convirtió en el centro de donde partían sin cesar hombres, barcos y materiales con destino a las islas del Caribe y la exploración de las Costas del continente americano. Al mismo tiempo, este puerto de Sevilla era el receptor de todo el tráfico con el nuevo continente.
En el s. XII se constata la existencia de un puente de barcas sujeto en dos grandes malecones para comunicar Sevilla y Triana, puente que perduró hasta las décadas centrales del s. XIX, cuando se construyó en aquel lugar el puente de Isabel II, más conocido como puente de Triana. Pero el puerto de Sevilla perdió su importancia debido a que fueron incrementando progresivamente las malas condiciones del fondo del río, lo que obstaculizaba el acceso a los navíos. Por este motivo se produjo el debilitamiento de la actividad comercial. En 1717 el monopolio comercial con América se trasladó a Cádiz y fue entonces cuando empezó la crisis económica de Sevilla.
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