Las ruinas, descubiertas por la doctora Eilat Mazar, de la Universidad Hebrea, esconden varios edificios, algunos con paredes interiores de hasta cinco metros de alto, cuartos de almacenaje, una torre vigía y varios mikvaot (baños), habitualmente utilizados por los peregrinos para purificarse antes de entrar al Monte del Templo.
Durante las excavaciones los arqueólogos también hallaron docenas de vasijas de arcilla de diversos tamaños y una pequeña tablilla en la que se conserva un texto en escritura cuneiforme acadia que según se ha demostrado, es el escrito más antiguo descubierto hasta ahora en Jerusalén. Al parecer, se trata de la copia de una carta escrita por el entonces rey Jerusalén, Abdi-Heba, al rey de Egipto. En aquellos tiempos era habitual la redacción de copias de la correspondencia real que se guardaban en los archivos de la ciudad.
Las obras de conservación y adaptación del lugar para su apertura al público fueron supervisadas por la Autoridad del Departamento para las Antigüedades y Conservación de Israel.