Desde la primavera varias parejas de cigüeñas anidan en la finca, junto al edificio principal, y su crotorar hace que nuestro vínculo con la naturaleza, olvidado para muchos de los visitantes que vienen de grandes ciudades, se renueve, preparando el espíritu para disfrutar de la tranquilidad que aquí habita.
Para los urbanitas que quieren huir de su ritmo sin compás cotidiano sin por ello olvidarse de la comodidad a la que ya están acostumbrados, este hotel es perfecto. La vista del visitante acostumbrada a mirar sólo en distancias cortas se ensancha y se pierde en el amplio horizonte, la respiración se hace más profunda y una sensación de reencuentro con la tierra se hace constante cuando paseamos por la finca. Las cigüeñas nos acompañan en el camino, la ligereza del vuelo nos invitan a hacer lo mismo: relajarse y dejarse llevar para aprovechar al máximo la estancia.
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