Llegaron y convencieron sin esfuerzo. En su gira «The Delta Machine Tour», la puesta en escena de Depeche Mode es sobria. Un escenario casi desnudo en el que el protagonista son los temas más populares, los singles ampliamente conocidos.
Hasta los menos fieles conocerían todas y cada una de las canciones de un concierto cuyo único ornamento son las elegantes e inquietantes imágenes de Anton Corbijn, que imprimen a cada interpretación el sello original del espíritu originario de cada álbum.
El Palacio de los Deportes de la Comunidad Madrid presentaba un aforo completado por seguidores que han crecido oyendo al grupo británico y cuya respuesta es más contenida que en épocas pasadas, evaporado el furor juvenil de los 80 y 90, pero que coreó con ganas un éxito tras otro. Canciones brillantes por sí solas que demuestran su calidad y el secreto del éxito de un grupo que ha sabido evolucionar de manera magistral.
Tras un arranque algo tibio con “Welcome to my world” y otros temas de su último trabajo, como “Should be Higher”, la audiencia entró en calor gracias a las apuestas seguras interpretadas con fidelidad a su versión original: «A Question Of Time”, «Personal Jesus» o “Never Let me Down”, cuyos estribillos fueron repetidos una y otra vez con la coreografía habitual. Una performance limpia de excesos. Tal vez por eso satisface tanto a incondicionales como a un público menos exigente.
Un Dave Gahan pleno de fuerzas, simpático y en sintonía con sus compañeros: un Martin Gore, menos atormentado con el paso de los años y el siempre discreto Andy Fletcher, contrapunto del vocalista, pero cuya presencia también es imprescindible.
Colocaron el listón elevado con interpretaciones míticas, aunque no todas ellas habituales en sus giras, como una sencilla “But not tonight” que al verse despejada de esa atmósfera envolvente y oscura originaria, se adapta a los Depeche Mode del siglo XXI o, por sacar sus primeros éxitos adolescentes con la misma frescura que retrotrae al público a su adolescencia con “Black Celebration” y la coreada con mayor fervor casi a punto de finalizar el concierto: “Just can’t get enough”.
Entre la correcta ejecución de estos temas, breves puntos de inflexión gracias a los remixes de «A Pain That I´m Used To» o “Halo” que demuestran como la ductilidad de las canciones es capaz de transformaciones sorprendentes.
Al finalizar las dos horas de concierto, todos contentos. La legión de fans no requiere del éxtasis para satisfacer sus expectativas y Depeche Mode conoce bien a su público. Se han convertido en unos profesionales, ganando en sofisticación. Han dado con la clave para seguir siendo una de las bandas más importantes del panorama musical sin la etiqueta arrastrada por otros de dinosaurios del pop.